martes, 26 de agosto de 2025

Nº 274. Domingo 22 T. Ordinario. 31 de agosto de 2025.

 


Lectura del libro del Eclesiástico 3, 17-20.28-29.

Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor. “Muchos son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos. Porque grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. Un corazón prudente medita proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.

 

Textos paralelos.

Cuanto más grande seas, más debes humillarte.

Flp 2, 6-8: El cual a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz.

Mt 20, 26-28: No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera ser grande entre vosotros que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

3 17 “generoso”, lit. “dador de regalos” hebreo; “agradable” griego. El Manuscrito A dice: “Hijo mío, pórtate con humildad en tu riqueza / y serás más querido que quien hace regalos”.

3 18 Griego II y siriaco añaden: “Muchos son los altivos y jactanciosos, pero él a los humildes revela secretos”.

3 20 Es decir, se subraya la condescendencia de Dios, que se hace accesible a los más humildes. Pero el hebreo, “porque es grande la misericordia de Dios; él manifiesta a los humildes sus secretos”, expresa una idea más frecuente en el AT: Dioos colma de gracia al que se humilla. Pr 3, 34; Sal 25, 14.

 

Salmo responsorial

Sal 68 (67), 4-7.10-11 .


R/. Tu bondad, oh Dios,

preparó casa para los pobres.

Los justos se alegran,

gozan en la presencia de Dios,

rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad a su nombre;

su nombre es el Señor. R/.

Padre de huérfanos, protector de viudas,

Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,

libera a los cautivos y los enriquece. R/.

 

Derramaste en tu heredad, oh, Dios,

una lluvia copiosa,

aliviaste la tierra extenuada;

y tu rebaño habitó en la tierra

que tu bondad, oh, Dios,

preparó para los pobres. R/.

 

Textos paralelos.

 Su nombre es Yahvé.

Sal 18, 10-11: Inclinó los cielos y bajó, con nubarrones bajo los pies; volaba cabalgando un querubín, cerniéndose sobre las alas del viento.

Dt 33, 25: Con cerrojos de hierro y bronce, con tanta fuerza como años.

Is 19, 1: Contra Egipto: Mirad al Señor que montando en nube ligera penetra en Egipto: vacilan ante él los ídolos de Egipto, y el corazón de los egipcios se desmaya en el pecho.

Sal 66, 15: Te ofreceré holocaustos cebados quemando carneros, prepararé vacas y cabras.

Padre de huérfanos, tutor de viudas.

Is 57, 14: Allanad, allanad, despejad el camino, quitad todo tropiezo del camino de mi pueblo.

Ex 22, 21-22: No explotarás a viudas y huérfanos, porque si los explotas y ellos gritan a mí, yo les escucharé.

Abre a los cautivos la puerta de la dicha.

Sal 146, 9: El Señor guarda a los emigrantes; sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.

Derramaste, oh Dios, una lluvia generosa.

Ex 16, 1: Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.

Sal 78, 24: Hizo que les lloviese maná para comer y les sirvió un trigo celeste.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

68 Este himno de acción de gracias evoca las grandes etapas de la historia del pueblo de Dios, como las de una procesión triunfal de Yahvé: la salida de Egipto, la marcha por el desierto, las victorias de la época de los Jueces (Débora, Gedeón) y el establecimiento en Sión /David, Salomón), la historia de Elías y de Eliseo, la trágica muerte de la familia de Ajab, la pascua solemne de Ezequías y, finalmente, las perspectivas universalistas del final del libro de Isaíais. Preludio (vv. 2-7) y final (vv. 33-36) encuadran seis grupos de dos estrofas unidas por el sentido. Un accidente gráfico ha trastornado las estrofas sexta y séptima.

68 5 Esta expresión es casi idéntica a un título de Baal en los poemas mitológicos de Ugarit: “que tiene a las nubes por carruaje”.

68 7 La expresión “puerta de la dicha” traduce un hapas (kosarot) de difícil explicación. El matiz “dicha” se explica por el verbo “abrir”. En los poemas de Ugarit las Kosharot (“expertas”) son mujeres sabias divinas.

68 9 El hebreo añade la glosa: “es el Sinaí”, según Jc 5,5. – La estrofa evoca la entrada en campaña de Yahvé: la salida de Egipto en la nube y la teofanía del Sinaí.

68 11 Evocación de los milagros del Éxodo: el maná y las codornices, y la entrada en la Tierra Prometida.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 18-19.22-24a.

Hermanos:

No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la toementa, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando. Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miradas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al mediador de la nueva alianza, Jesús.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos.

 Fuego ardiente, huracán, toque de trompeta.

Ex 19, 16.18: Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa en el monte, mientras el toque de la trompeta crecía en intensidad, y el pueblo se echó a temblar en el campamento. Moisés sacó al pueblo del campamento a recibir a Dios, y se quedaron firmes al pie de la montaña. El monte Sinaí era todo una humareda, porque el Señor bajó a él con fuego; se alzaba el humo como un horno, y toda la montaña temblaba.

Dt 4, 11: Vosotros os acercasteis y os quedasteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía con llamas que se alzaban hasta el cielo, en medio de oscuros y densos nubarrones.

Los que lo oyeron suplicaron que no les hablara más.

Ex 20, 19: Y dijeron a Moisés: Háblanos tú y te escucharemos; que no nos hable Dios, que moriremos.

Al monte Sión.

Ap 14, 1: Vi al Cordero que estaba sentado en el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban su nombre y el nombre del Padre grabado en la frente.

Jerusalén celestial.

Ap 21, 10: Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios.

Purificadora de una sangre que habla más fuerte que la de Abel.

Hb 11, 4: Por la fe ofreció Abel a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, por ella lo declararon justo y Dios aprobó sus dones; por ella, aunque muerto, sigue hablando.

Gn 4, 10: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

12 18 (a)  El acercamiento a Dios ya no se realiza en una teofanía aterradora como la del Sinaí, sino, en una ciudad construida por Dios, ciudad por la que suspiraban los padres y que con todo es ya celeste. Con los ángeles se hallan congregados en torno al Mediador triunfante todos los cristianos a los que él ha santificado y perdonado.

12 18 (b) Variante: “a un monte”.

12 23 ¿Se trata de una categoría de ángeles o más bien de los propios cristianos”.

12 24 (a) El griego dispone de dos adjetivos para expresar la novedad. Uno (kainos) indica más bien un nuevo tipo de realidad, una innovación; el otro (néos) empleado aquí, expresa la juventud del ser. La alianza fundada por Cristo es a la vez de un tipo nuevo e irradiando juventud.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1.7-14.

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

-Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Y dijo al que lo había invitado:

-Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos.

 

Textos paralelos.

 Les indicó una parábola.

Pr 25, 6-7: Ante el rey no gloriarse, ni colocarse con los grandes: más vale escuchar “Sube acá” que ser humillado ante un noble.

Porque todo el que se ensalce será humillado.

Mt 23, 12: Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado.

Lc 18, 14: Os digo que este volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado.

Cuando des un banquete.

Lc 12, 33: Vended vuestros bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que no envejezcan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.

Serás recompensado.

Lc 6, 35: Amad más bien a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada en cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados.

Ez 21, 31: Esto dice el Señor: ¡Fuera turbante, quítate la corona! Esto ya no es esto: lo alto es bajo, lo bajo es alto.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

14 Lc presenta varios elementos en el marco de una comida. Todos van dirigidos a los fariseos, a quienes Lc considera como los auténticos representantes del pensamiento de Israel. El primer episodio es una curación en sábado, análoga a 6, 6-11.

14 7 El término parabole tiene aquí el sentido bíblico de sentencia sapiencial. A primera vista, Jesús da en los vv. 8-10 una lección de habilidad social, comparable a Pr 25, 6-7. Pero el consejo termina en el v. 11 con una lección de humildad que se oponen a las preocupaciones jerárquicas del mundo judío (ver Qumrán).

14 11 Esta sentencia inspirada en Ez 21, 31, condena la orgullosa seguridad de los fariseos. Reaparecerá en 18, 14.

14 14 Apoyándose en este texto (y sobre todo en 20 35), algunos comentaristas piensan que Lc no admitía la resurrección de los pecadores (concepción compartida en algunos medios del judaísmo de entonces). Pero Lc anuncia en Hch 24, 15 una resurrección de justos y pecadores. Sus expresiones aquí y en 20, 35 tienen una explicación: solo los justos alcanzan la verdadera vida.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

14 1 UNO DE… LOS FARISEOS: más exacto sería decir “una autoridad (o un personaje), que pertenecía al partido de los fariseos, pues los fariseos no tenían “superiores” ni “dirigentes”. // COMER: lit. comer pan. // ELLOS…: Gr. 1 (lit. y ellos…: un kai griego como waw.

7 DIJO (lit. decía) UN EJEMPLO: lit. parábola: ese término aquí es sinónimo de instrucción. En aquel contexto de normas mundanas de urbanidad, Jesús da normas de “urbanidad cristiana” que se reducen a dos: humildad (v. 11) y caridad (vs. 12-14).

9-10 TE DIGA (en el versículo 9 y en el versículo 10): lit. dirá a ti. // ENTONCES… EL ÚLTIMO SITIO: lit. y entonces empieces con vergüenza el último sitio a ocupar. // DE MODO QUE: Gr. 3; traducir para que…, es correcto gramaticalmente, pero contrario a la enseñanza de Jesús, que no puede aconsejar una intención de búsqueda de alabanza, disimulada bajo la apariencia de humildad.

13 José ben Yohanán, rabino de Jerusalén hacia el 140 a.C., decía: “Esté abierta tu casa de par en par; que los pobres sean familiares de tu casa” (escrito rabínico Abot, 15).

14 SE TE DARÁ LA REOCMPENSA (lit. serás repagado) voz pasiva “teológica”: Dios te recompensará.

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

14, 7-14 Cristo dio lecciones de humildad y generosidad caritativa, instando a sus oyentes a no buscar honor ni recompensa.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (S. Juan Damasceno). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado. La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es mendigo de Dios (S. Agustín).

 

Concilio Vaticano II

La Iglesia medita también las palabras del Apóstol, el cual, animando a los cristianos a la caridad, les recomienda que tengan los mismos sentimientos que Cristo Jesús. “El se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…, y se hizo obediente hasta la muerte” (Flp 2, 7-8) y por nosotros “se hizo pobre, siendo rico” (2 Co 8, 9). Siempre será necesario que los discípulos imiten y den testimonio de esta cariad y humildad de Cristo.

Lumen gentium, 42.

 

Los Santos Padres.

La regla de la virtud es una mente sumisa que no ama los alardes. Es la humildad. El bienaventurado Pablo también contó esto entre lo que es digno de estima. Así escribe a quienes ansiosamente buscan fines santos: Amad la humildad (cf. Flp 2, 3)..

S. Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas, 101. III, pg. 326.

Entre las personas castas hay algunas que son humildes y otras que son soberbias. Los soberbios, que no se prometan el Reino de Dios. La castidad [consagrada] conduce, sin duda, a un lugar más destacado, pero quien se exalta será humillado. ¿Por qué buscas con ansias de destacar el lugar más elevado, que podrías alcanzar sencillamente si te mantuvieses en humildad? Si te elevas, Dios te abate; si tu te abates, Dios te eleva. La afirmación es del Señor: nada se le puede añadir ni quitar.

S. Agustín. Sermón 354. III, pgs. 326-327.

Por tanto, hermanos, si queremos alcanzar la cumbre de la más alta humildad y queremos llegar velozmente a aquella celestial exaltación a la cual se asciende por la humildad de la vida presente, es preciso erigir con nuestros actos ascendentes aquella escala que se apareció en sueños a Jacob, por la cual se le mostraba que bajaban y subían ángeles. Sin duda no entendemos otra cosa en este bajar y subir, sino que por la exaltación se baja y por la humildad se sube.

S. Benito de Nusia, La Regla, 7. III, pg. 327.

 

San Agustín.

Si quieres descubrir que eres mejor, interroga a tu alma por si ves en ella alguna hinchazón. Donde hay hinchazón, hay vaciedad. El diablo intenta hacer su nido donde encuentra un lugar vacío.

Sermón 354. II, pg. 1215.

 

San Juan de Ávila.

Comienza el proficiente, que es cuando se siente el hombre ya movido con dones de Dios – porque el don es distinto de la virtud – cuando dice sube más arriba (Lc 14, 10). Samuel no conocía a Dios por comunicación y así comienza sentir otro en sí; solía trabajar y no crecibir. Progresa cuando siente un olor de la castidad, mansedumbre, etc., de que se precia.

A los padres de la Compañía. I, pgs. 822-823.

Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro maestro y señor, aquesta santa bajeza, para que seáis ensalzada, porque palabra suya es Quien se humillare, será ensalzado (Lc 14, 11). E tened en vuestra ánima aquesta pobreza, porque de ella se entiende: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3). E tened por cierto que, pues Jesucristo nuestro Señor fue por camino de humildad ensalzado, el que no la tuviera fuera va de camino; e débese desengañar con lo que dice San Agustín: “Si me preguntardes cuál es el camino del cielo, responderos he que la humildad; o si otra vez me lo preguntardes responderos he que la humildad; e si la tercera vez me lo preguntardes, responderos he lo mismo e si mil veces me lo preguntardes, mil veces os responderé que no hay otro camino sino la humildad” (S. Agustín. Sermón Salmo 33).

Audi, filia (I). I, pg. 452.

Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro maestro y Señor, aquesta santa bajeza, para que seáis ensalzada, según su palabra: Quien se humillare será ensalzado (Lc 14, 11).

Audi, filia (II), I, pg. 671.

¿Qué haré, que soy fantástico, soberbio, pésame porque al otro hacen más cortesía que a mí, desque veo que en la iglesia al otro sentado en mejor lugar que yo, desque veo que al otro quitan el bonete y no a mí? - Toma esta palabra: que quien se abajare será ensalzado, y quien se ensalzado será humillado? (Lc 14, 11).

Sermón domingo 4 después de Cuaresma. III, pg. 179.

Ni quiere hacienda ni quiere alteza; porque el cuidado de la hacienda no lleve el amor, y por la cédula que tiene de Dios: Quien se abajare, será ensalzado (Lc 14, 11).

Sermón de Santa María Magdalena. III, pg. 1035.

Decíame él [D. Gaspar de Ávalos] algunas veces que el consuelo de sus trabajos era esperar que lo había de llevar nuestro Señor de este mundo en camino de salvación. Y no osaba él con su humildad, de la cual Dios tan abundantemente lo dotó, decir que había de ir luego al cielo, sino que se embarcaría para purgatorio y de allí iría a lo alto. Y como nuestro Señor haya dado este consejo, que nos sentemos en el postrer lugar, para que Él nos diga: Sube conmigo más arriba (Lc 14, 10), bien queo yo que hizo con él más de lo que él esperaba y que le tiene en su eterno gozo, pues acá le dio tanta gracia para servir y amar.

Carta a una abadesa [Doña Isabel de Ávalos]. IV, pg. 166.

Señor, humillemos ex toto corde animas nostras; escarmentemos en tantos que parecían altísimamente caminar, y el fin declaró que fue principio para mayor caída, y no alteza debida delante los ojos del Altísimo Dios. No es daño quenos tengamos a raya, aunque algo se excediese en sentir menos de nuestros dones que sería razón; mas es muy gran daño si un poco excediésemos. Por eso no está aconsejado: Recumbe novissimo loco (Lc 14, 10).

Carta a un devoto siervo de Dios. IV, pg. 256.

Por abatirnos y despreciarnos alcanzaremos lo que deseamos, más que por otra porfía soberbia. Dios es muy alto, mas a las cosas bajas miran sus ojos en el cielo y en la tierra (Sal 112, 6). Y en balde trabajo por le agradar quien por otra parte que por abajarse lo procura. Ya vino el Hijo de Dios a la tierra y nos enseñó en su vida y palabras el camino para ir al cielo, y este camino es la humildad, según Él lo dijo: El que se abajare será ensalzado (Lc 14, 11). Hermanos, pues si queréis que Dios os dé corazón nuevo, enmendá primero vuestras obras y después sentir vuestras faltas, reprehended vuestras culpas, no alivianéis vuestras tachas, juzgaos en verdad y no os ciegue vuestro amor; y sintiéndolas, no las olvidéis, mas ponedlas delante los ojos y presentaos a Jesucristo, Salvador y Médico nuestro, y lloraros delante de Él, que sin falta Él os acallará. No hay armas tan fuertes como lágrimas de niño para su padre, ni hay cosas que así nos haga victoriosos delante de Dios como llorarnos delante de Él y quejarnos de nosotros a Él, no para que haga justicia, mas misericordia.

Carta a un devoto que le pedió como sería bueno. IV, pg. 282.

Estad subjectos a toda criatura, y esto por Jesucristo, el cual no vino a ser servido, mas a servir y dar su ánima en redempción de muchos (1 Pe 2, 13), considerando que toda su vida, humildad y dechado de todas las otras virtudes fue conociendo que la soberbia fue y es principio y raíz de todo mal, por la cual Lucifer con toda su caterva cayeron en el infierno – el Evangelio dice: El que se ensalza será humillado, y el que se humillare será ensalzado (Lc 14, 11) –, y procurando de no entender en disputas ni en porfías, ni tampoco en tenerse ni pensar que es sabio, escogiendo lugar más bajo, procurar de aprender para obrar y no para enseñar, y cualquiera persona que se tiene o piensa ser sabio, no acierta y está engañada, especialmente en las de poca edad.

Carta a una doncella. IV, pg. 721.

 

San Oscar Romero. Homilía.

El Poder de la tierra se pierde, hermanos; que la humildad es la verdad. Que es verdadero rico aquel que se apoya en la riqueza de Dios, y éstos son los verdaderos miembros de la alianza eterna con Cristo. Por eso, siento que esta Iglesia de la alianza, esta Iglesia de la Arquidiócesis, heredera de la alianza de Abraham y de Moisés y de Cristo, es ahora verdaderamente auténtica, porque ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre, hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Y yo les invito, queridos hijos de la Iglesia, jamás traicionar esta alianza con nuestro Dios, porque esto es lo que le enojaba a Dios.

Homilía, 28 de agosto de 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 20 de agosto de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 3. El perdón. «Los amó hasta el final» (Jn 13,2)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy nos detenemos en uno de los gestos más conmovedores y luminosos del Evangelio: el momento en que Jesús, durante la última cena, ofrece el bocado a aquel que está a punto de traicionarlo. No es solo un gesto de compartir, es mucho más: es el último intento del amor por no rendirse.

San Juan, con su profunda sensibilidad espiritual, nos cuenta así ese instante: «Durante la cena, cuando el diablo ya había puesto en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de traicionarlo […] Jesús, sabiendo que había llegado su hora […] los amó hasta el final» (Jn 13,1-2). Amar hasta el final: esta es la clave para comprender el corazón de Cristo. Un amor que no se detiene ante el rechazo, la decepción, ni siquiera la ingratitud.

Jesús conoce la hora, pero no la sufre: la elige. Es Él quien reconoce el momento en que su amor tendrá que pasar por la herida más dolorosa, la de la traición. Y en lugar de retirarse, acusar, defenderse... sigue amando: lava los pies, moja el pan y lo ofrece.

«Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato»(Jn 13,26). Con este gesto sencillo y humilde, Jesús lleva adelante y a fondo su amor. No porque ignore lo que está sucediendo, sino precisamente porque lo ve con claridad. Ha comprendido que la libertad del otro, incluso cuando se extravía en el mal, todavía puede alcanzarse con la luz de un gesto manso. Porque sabe que el verdadero perdón no espera el arrepentimiento, sino que se ofrece primero, como un don gratuito, incluso antes de ser acogido.

Judas, por desgracia, no lo comprende. Después de dar el bocado —dice el Evangelio— «Satanás entró en él» (v. 27). Este pasaje nos impacta: es como si el mal, hasta ese momento oculto, se manifestara después de que el amor mostrara su rostro más desarmado. Y precisamente por eso, hermanos y hermanas, ese bocado es nuestra salvación: porque nos dice que Dios lo hace todo, absolutamente todo, para llegar a nosotros, incluso en el momento en que lo rechazamos.

Es aquí donde el perdón se revela en toda su potencia y manifiesta el rostro concreto de la esperanza. No es olvido, no es debilidad. Es la capacidad de dejar libre al otro, amándolo hasta el final. El amor de Jesús no niega la verdad del dolor, pero no permite que el mal sea la última palabra. Este es el misterio que Jesús realiza por nosotros, en el que también nosotros, a veces, estamos llamados a participar.

Cuántas relaciones se rompen, cuántas historias se complican, cuántas palabras no dichas quedan en el aire. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que siempre hay una manera de seguir amando, incluso cuando todo parece irremediablemente comprometido. Perdonar no significa negar el mal, sino impedir que genere más mal. No es decir que no haya pasado nada, sino hacer todo lo posible para que no sea el rencor el que decida el futuro.

Cuando Judas sale de la habitación, «era de noche» (v. 30). Pero inmediatamente después, Jesús dice: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado» (v. 31). La noche sigue ahí, pero una luz ya ha comenzado a brillar. Y brilla porque Cristo permanece fiel hasta el final, y así su amor es más fuerte que el odio.

Queridos hermanos y hermanas, nosotros también vivimos noches dolorosas y agotadoras. Noches del alma, noches de decepción, noches en las que alguien nos ha herido o traicionado. En esos momentos, la tentación es cerrarnos, protegernos, devolver el golpe. Pero el Señor nos muestra que hay esperanza, que siempre hay otro camino. Nos enseña que se puede ofrecer un bocado incluso a quien nos da la espalda. Que se puede responder con el silencio de la confianza. Y que se puede seguir adelante con dignidad, sin renunciar al amor.

Hoy pedimos la gracia de saber perdonar, incluso cuando no nos sentimos comprendidos, incluso cuando nos sentimos abandonados. Porque es precisamente en esos momentos cuando el amor puede alcanzar su cima. Como nos enseña Jesús, amar significa dejar al otro libre —incluso para traicionar— sin dejar nunca de creer que incluso esa libertad, herida y perdida, puede ser arrancada del engaño de las tinieblas y devuelta a la luz del bien.

Cuando la luz del perdón logra filtrarse entre las grietas más profundas del corazón, comprendemos que nunca es inútil. Aunque el otro no lo acoja, aunque parezca vano, el perdón libera a quien lo ofrece: disuelve el resentimiento, devuelve la paz, nos devuelve a nosotros mismos.

Jesús, con el sencillo gesto de ofrecer el pan, muestra que toda traición puede convertirse en una oportunidad de salvación, si se elige como espacio para un amor más grande. No cede ante el mal, sino que lo vence con el bien, impidiendo que apague lo que hay de más verdadero en nosotros: la capacidad de amar.

 

León XIV. Angelus. 24 de agosto de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo.

En el centro del Evangelio que hemos proclamado hoy (Lc 13,22-30) encontramos la imagen de la “puerta estrecha”, usada por Jesús para responder a uno que le pregunta si son pocos los que se salvan. Jesús dice: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán» (v. 24).

A primera vista, esta imagen hace surgir en nosotros algunas preguntas: Si Dios es el Padre del amor y de la misericordia, que siempre permanece con los brazos abiertos para acogernos, ¿por qué Jesús dice que la puerta de la salvación es estrecha?

Ciertamente, el Señor no quiere desanimarnos. Sus palabras, más bien, sirven para rechazar la presunción de aquellos que se sienten seguros de su salvación, de aquellos que practican la religión y, por eso, se confían. En realidad, ellos no han comprendido que no basta cumplir actos religiosos si estos no transforman el corazón. El Señor no quiere un culto separado de la vida ni acepta sacrificios y oraciones que no nos conducen a vivir el amor a los hermanos y a practicar la justicia. Por eso, cuando estos se presenten ante el Señor enorgulleciéndose de haber comido y bebido con Él y de haber escuchado sus enseñanzas, oirán que les dice: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!» (v. 27).

Hermanos y hermanas, es hermosa la provocación que nos trae hoy el Evangelio. Mientras a veces nos sucede que juzgamos a quien está alejado de la fe, Jesús pone en crisis “la seguridad de los creyentes”. Él, en efecto, nos dice que no es suficiente profesar la fe con los labios, comer y beber con Él celebrando la Eucaristía o conocer bien las enseñanzas cristianas. Nuestra fe es auténtica cuando abraza toda nuestra vida, cuando es un criterio en las decisiones que tomamos, cuando nos hace mujeres y hombres que se comprometen con el bien y son capaces de arriesgarse por amor tal y como hizo Jesús. Él no ha elegido el camino fácil del éxito o del poder, sino que, con tal de salvarnos, nos ha amado hasta atravesar la “puerta estrecha” de la cruz. Él es la medida de nuestra fe, Él es la puerta que debemos cruzar para ser salvados (cf. Jn 10,9), viviendo su mismo amor y siendo constructores de justicia y de paz con nuestra vida.

A veces, esto significa tomar decisiones complicadas e impopulares, luchar contra el propio egoísmo y prodigarse por los demás, perseverar en el bien allí donde parecen prevalecer las lógicas del mal, y así sucesivamente. Pero, franqueando este umbral, descubriremos que la vida se abre de par en par ante nosotros como un mundo nuevo, y, desde ese momento, entraremos en el amplio corazón de Dios y en la alegría de la fiesta eterna que Él ha preparado para nosotros.

Invoquemos a la Virgen María, para que nos ayude a atravesar con valentía la “puerta estrecha” del Evangelio, de modo que podamos abrirnos con alegría a la amplitud del amor de Dios Padre.

 

Francisco. Angelus. 31 de septiembre de 2013.

Queridos hermanos y hermanas: Buenos días.

Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.

Vivo con particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está produciendo.

Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!

Con todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz en aquella nación, basadas en el diálogo y la negociación, por el bien de toda la población de Siria.

Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la posibilidad de prestar la ayuda necesaria.

¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem in terris [11 abril 1963]: AAS 55 [1963], 301-302).

¡Que una cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad.

Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.

Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz.

Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.

El 7 de septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por esta intención.

Pidamos a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en todos los ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.

 

Francisco. Regina Coeli. 28 de agosto de 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El episodio del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos, observando entretenido cómo los invitados al almuerzo se afanan en ocupar los primeros puestos. Es una escena que hemos visto muchas veces: hacerse con el mejor sitio incluso con los codos. Al ver esta escena, Él narra dos breves parábolas con las cuales ofrece dos indicaciones: una se refiere al lugar, la otra se refiere a la recompensa.

La primera semejanza está ambientada en un banquete nupcial. Jesús dice: «cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Déjale el sitio a este”.... al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto» (Lc 14, 8-9). Con esta recomendación, Jesús no pretende dar normas de comportamiento social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad de elegir el último lugar, es decir, de buscar la pequeñez y pasar desapercibidos: la humildad. Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia Él: «Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será ensalzado» (v. 11).

Las palabras de Jesús subrayan actitudes completamente distintas y opuestas: la actitud de quien se elige su propio sitio y la actitud de quien se lo deja asignar por Dios y espera de Él la recompensa. No lo olvidemos: ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un lugar mucho más bonito que el que nos dan los hombres! El lugar que nos da Dios está cerca de su corazón y su recompensa es la vida eterna. «Y serás dichoso —dice Jesús— ...se te recompensará en la resurrección de los justos» (v. 14).

Es lo que describe la segunda parábola, en la cual Jesús indica la actitud desinteresada que debe caracterizar la hospitalidad, y dice así: «Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Se trata de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportunista que intenta obtener una recompensa, que busca el interés y que intenta enriquecerse cada vez más. En efecto, los pobres, los sencillos, los que no cuentan, jamás podrán corresponder a una invitación para almorzar. Jesús demuestra de esta manera, su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios, y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios. Hoy, Jesús se hace portavoz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento urgente para abrir el corazón y hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, de los refugiados, de los derrotados por la vida, de todos aquellos que son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad, la mayor parte de la población.

En este momento, pienso con gratitud en los comedores donde tantos voluntarios ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, necesitadas, sin trabajo o sin casa. Estos comedores y otras obras de misericordia —como visitar a los enfermos, a los presos...— son gimnasios de caridad que difunden la cultura de la gratuidad, porque todos los que trabajan en ellas están impulsados por el amor de Dios e iluminados por la sabiduría del Evangelio. De esta manera el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo.

Pidamos a la Virgen María que nos guíe cada día por la senda de la humildad, Ella que fue humilde toda su vida, y nos haga capaces de gestos gratuitos de acogida y solidaridad hacia los marginados, para ser dignos de la recompensa divina.

 

Francisco. Regina Coeli. 1 de septiembre de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En primer lugar, debo disculparme por el retraso, pero ha habido un incidente: ¡me he quedado encerrado en el ascensor durante 25 minutos! Hubo una caída de electricidad y el ascensor se detuvo. Gracias a Dios que el Cuerpo de Bomberos vino —¡se lo agradezco mucho!— y después de 25 minutos de trabajo consiguieron que funcionara. ¡Un aplauso para el Cuerpo de Bomberos!

El Evangelio de este domingo (cf. Lucas 14, 1. 7-14) nos muestra a Jesús participando en un banquete en la casa de un líder de los fariseos. Jesús mira y observa cómo corren los invitados, se apresuran a llegar a los primeros lugares. Esta es una actitud bastante extendida, incluso en nuestros días, y no sólo cuando se nos invita a comer: normalmente, buscamos el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás. En realidad, esta carrera hacia los primeros lugares perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad. Todos conocemos a esta gente: escaladores, que siempre suben para arriba, arriba.... Hacen daño a la fraternidad, dañan la fraternidad.

Frente a esta escena, Jesús cuenta dos parábolas cortas. La primera parábola se dirige al invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en primer lugar, «no sea —dice— que haya sido convidado otro más distinguido que tú y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “deja el sitio a este” y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (cf. vv. 8-9). En cambio, Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta: «Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”» (v. 10). Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los demás, sino más bien dejar que otros nos la presten. Jesús siempre nos muestra el camino de la humildad —¡debemos aprender el camino de la humildad!— porque es el más auténtico, lo que también nos permite tener relaciones auténticas. Verdadera humildad, no falsa humildad, lo que en Piamonte se llama la mugna quacia, no, no esa. La verdadera humildad.

En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose a la manera de seleccionar a los invitados, le dice: «Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Aquí también, Jesús va completamente a contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y también añade la clave para interpretar este discurso suyo. ¿Y cuál es la clave? Una promesa: si haces esto, «se te recompensará en la resurrección de los justos» (v. 14). Esto significa que quien se comporte de esta manera tendrá la recompensa divina, muy superior al intercambio humano: Yo te hago este favor esperando que me hagas otro. No, esto no es cristiano. La humilde generosidad es cristiana. El intercambio humano, de hecho, suele distorsionar las relaciones, las hace «comerciales», introduciendo un interés personal en una relación que debe ser generosa y libre. En cambio, Jesús invita a la generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor, la alegría de ser parte del amor mismo de Dios que nos espera a todos en el banquete celestial.

Que la Virgen María, «humilde y elevada más que criatura» (Dante, Paraíso, XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es decir, como pequeños; y a alegrarnos de dar sin nada a cambio.

 

Francisco. Regina Coeli. 28 de agosto de 2022.

Queridos hermanos y hermanas!

Al final de esta celebración, nos dirigimos a la Virgen María con la oración del Ángelus.

Pero antes quiero saludar a todos los que han participado, incluso a los que han tenido que hacerlo a distancia, en casa o en el hospital o en la cárcel. Agradezco a las autoridades civiles su presencia y el esfuerzo organizativo. Doy las gracias de corazón al Cardenal Arzobispo y a los demás Obispos, a los sacerdotes, a las consagradas, a los consagrados, a las familias, al coro y a todos los voluntarios, así como a la policía y a la Protección Civil.

En este lugar, que ha sufrido una grave calamidad, quiero asegurar mi cercanía al pueblo de Pakistán afectado por las inundaciones de proporciones desastrosas. Rezo por las numerosas víctimas, los heridos y los desplazados, y para que sea rápida y generosa la solidaridad internacional.

Y ahora invoquemos a la Virgen para que, como dije al final de la homilía, obtenga el perdón y la paz para el mundo entero. Recemos por el pueblo ucraniano y por todos los pueblos que sufren a causa de las guerras. Que el Dios de la paz reavive en los corazones de los dirigentes de las naciones el sentido humano y cristiano de piedad, de misericordia. María, Madre de la Misericordia y Reina de la Paz, ruega por nosotros.

 

Benedicto XVI. Angelus. 2 de septiembre de 2007.  

Al final de esta solemne celebración eucarística, recemos, queridos jóvenes, la oración del Ángelus, en comunión espiritual con todos los que están unidos a nosotros a través de la radio y la televisión. Loreto, después de Nazaret, es el lugar ideal para orar meditando en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Por eso, en este momento, invito a todos a acudir juntos, con la mente y con el corazón, al santuario de la Santa Casa, entre aquellas paredes que según la tradición proceden de Nazaret, el lugar en el que la Virgen dijo "sí" a Dios y concibió en su seno al Verbo eterno encarnado.

Por tanto, antes de que se disuelva nuestra asamblea, dejemos por un momento el "ágora", la plaza, y entremos idealmente en la Santa Casa. Existe una relación recíproca entre la plaza y la casa. La plaza es grande, está abierta, es el lugar del encuentro con los demás, del diálogo, de la confrontación; la casa, en cambio, es el lugar del recogimiento y del silencio interior, donde se puede acoger en profundidad la Palabra. Para llevar a Dios a la plaza hay que interiorizarlo antes en la casa, como María en la Anunciación. Y viceversa, la casa está abierta a la plaza:  lo sugiere también el hecho de que la Santa Casa de Loreto tiene tres paredes y no cuatro: es una casa abierta, abierta al mundo, a la vida, y también a esta "Ágora" de los jóvenes italianos.

Queridos amigos, para Italia es un gran privilegio acoger, en este estupendo rincón de Las Marcas, el santuario de la Santa Casa. Sentíos, con razón, orgullosos de él, y aprovechadlo. En los momentos más importantes de vuestra vida acudid a él, al menos con el corazón, para vivir momentos de recogimiento espiritual entre las paredes de la Santa Casa. Pedid a la Virgen María que os obtenga la luz y la fuerza del Espíritu Santo para responder de forma plena y generosa a la voz de Dios. Entonces llegaréis a ser sus auténticos testigos en la "plaza", en la sociedad, heraldos de un Evangelio no abstracto, sino encarnado en vuestra vida.

 

Benedicto XVI. Angelus. 29 de agosto de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio de este domingo (Lc 14, 1.7-14), encontramos a Jesús como comensal en la casa de un jefe de los fariseos. Dándose cuenta de que los invitados elegían los primeros puestos en la mesa, contó una parábola, ambientada en un banquete nupcial. «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a este”... Al contrario, cuando seas convidado, ve a sentarte en el último puesto» (Lc 14, 8-10). El Señor no pretende dar una lección de buenos modales, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades. Insiste, más bien, en un punto decisivo, que es el de la humildad: «El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado» (Lc 14, 11). Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la postura del hombre en relación con Dios. De hecho, el «último lugar» puede representar la condición de la humanidad degradada por el pecado, condición de la que sólo la encarnación del Hijo unigénito puede elevarla. Por eso Cristo mismo «tomó el último puesto en el mundo —la cruz— y precisamente con esta humildad radical nos redimió y nos ayuda constantemente» (Deus caritas est, 35).

Al final de la parábola, Jesús sugiere al jefe de los fariseos que no invite a su mesa a sus amigos, parientes o vecinos ricos, sino a las personas más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolverle el favor (cf. Lc 14, 13-14), para que el don sea gratuito. De hecho, la verdadera recompensa la dará al final Dios, «quien gobierna el mundo... Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podamos y mientras él nos dé fuerzas» (Deus caritas est, 35). Por tanto, una vez más vemos a Cristo como modelo de humildad y de gratuidad: de él aprendemos la paciencia en las tentaciones, la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de que Aquel que nos ha invitado nos diga: «Amigo, sube más arriba» (cf. Lc 14, 10); en efecto, el verdadero bien es estar cerca de él. San Luis IX, rey de Francia —cuya memoria se celebró el pasado miércoles— puso en práctica lo que está escrito en el Libro del Sirácida: «Cuanto más grande seas, tanto más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor» (3, 18). Así escribió en el «Testamento espiritual a su hijo»: «Si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas» (Acta Sanctorum Augusti 5 [1868] 546).

Queridos amigos, hoy recordamos también el martirio de san Juan Bautista, el mayor entre los profetas de Cristo, que supo negarse a sí mismo para dejar espacio al Salvador y que sufrió y murió por la verdad. Pidámosle a él y a la Virgen María que nos guíen por el camino de la humildad, para llegar a ser dignos de la recompensa divina.

 

Domingo 23 T.O.

 

Monición de entrada.-

Esta es la reunión de los que quieren escuchar la Palabra de Dios.

De los que queremos vivir como Jesús nos enseña.

 

Señor ten piedad.-

Tú que eres nuestro Dios. Señor, ten piedad.

Tú que eres nuestro Maestro. Cristo ten piedad.

Tú que eres nuestro Señor. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que el papa León nos ayude a conocer a Jesús. Te lo pedimos, Señor.

Para que la Iglesia no tenga miedo a renunciar a todo lo que le impide ser como Jesús quiere que sea. Te lo pedimos, Señor.

Para que veamos en los mandamientos la manera de ser libres. Te lo pedimos, Señor.

Para que los que no tienen sean ayudados. Te lo pedimos, Señor.

Para que no tengamos miedo a ser obedientes a Jesús. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

Virgen María, gracias por ser obediente a Dios y su Palabra. Gracias por ayudarnos a serlo nosotros.