Lectura del libro del Eclesiástico 3,
17-20.28-29.
Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que
al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así
alcanzarás el favor del Señor. “Muchos son los altivos e ilustres, pero él
revela sus secretos a los mansos. Porque grande es el poder del Señor y es
glorificado por los humildes. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues
la planta del mal ha echado en él sus raíces. Un corazón prudente medita
proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.
Textos
paralelos.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte.
Flp 2, 6-8: El cual a pesar de su condición
divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la
condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en
figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en
cruz.
Mt 20, 26-28: No será así entre vosotros;
antes bien, quien quiera ser grande entre vosotros que se haga vuestro
servidor; y quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo
que este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate
por todos.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
3 17 “generoso”, lit. “dador de regalos” hebreo; “agradable”
griego. El Manuscrito A dice: “Hijo mío, pórtate con humildad en tu riqueza / y
serás más querido que quien hace regalos”.
3 18 Griego II y siriaco añaden: “Muchos son los altivos y
jactanciosos, pero él a los humildes revela secretos”.
3 20 Es decir, se subraya la condescendencia de Dios, que se
hace accesible a los más humildes. Pero el hebreo, “porque es grande la
misericordia de Dios; él manifiesta a los humildes sus secretos”, expresa una
idea más frecuente en el AT: Dioos colma de gracia al que se humilla. Pr 3, 34;
Sal 25, 14.
Salmo
responsorial
Sal 68 (67), 4-7.10-11 .
R/. Tu
bondad, oh Dios,
preparó
casa para los pobres.
Los
justos se alegran,
gozan
en la presencia de Dios,
rebosando
de alegría.
Cantad
a Dios, tocad a su nombre;
su
nombre es el Señor. R/.
Padre
de huérfanos, protector de viudas,
Dios
vive en su santa morada.
Dios
prepara casa a los desvalidos,
libera
a los cautivos y los enriquece. R/.
Derramaste
en tu heredad, oh, Dios,
una
lluvia copiosa,
aliviaste
la tierra extenuada;
y
tu rebaño habitó en la tierra
que
tu bondad, oh, Dios,
preparó
para los pobres. R/.
Textos
paralelos.
Su nombre es Yahvé.
Sal 18, 10-11:
Inclinó los cielos y bajó, con nubarrones bajo los pies; volaba cabalgando un
querubín, cerniéndose sobre las alas del viento.
Dt 33, 25: Con
cerrojos de hierro y bronce, con tanta fuerza como años.
Is 19, 1: Contra
Egipto: Mirad al Señor que montando en nube ligera penetra en Egipto: vacilan
ante él los ídolos de Egipto, y el corazón de los egipcios se desmaya en el
pecho.
Sal 66, 15: Te
ofreceré holocaustos cebados quemando carneros, prepararé vacas y cabras.
Padre
de huérfanos, tutor de viudas.
Is 57, 14: Allanad,
allanad, despejad el camino, quitad todo tropiezo del camino de mi pueblo.
Ex 22, 21-22: No
explotarás a viudas y huérfanos, porque si los explotas y ellos gritan a mí, yo
les escucharé.
Abre
a los cautivos la puerta de la dicha.
Sal 146, 9: El
Señor guarda a los emigrantes; sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el
camino de los malvados.
Derramaste,
oh Dios, una lluvia generosa.
Ex 16, 1: Toda la
comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y
Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
Sal 78, 24: Hizo
que les lloviese maná para comer y les sirvió un trigo celeste.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
68 Este himno de
acción de gracias evoca las grandes etapas de la historia del pueblo de Dios,
como las de una procesión triunfal de Yahvé: la salida de Egipto, la marcha por
el desierto, las victorias de la época de los Jueces (Débora, Gedeón) y el
establecimiento en Sión /David, Salomón), la historia de Elías y de Eliseo, la
trágica muerte de la familia de Ajab, la pascua solemne de Ezequías y,
finalmente, las perspectivas universalistas del final del libro de Isaíais.
Preludio (vv. 2-7) y final (vv. 33-36) encuadran seis grupos de dos estrofas
unidas por el sentido. Un accidente gráfico ha trastornado las estrofas sexta y
séptima.
68 5 Esta expresión es
casi idéntica a un título de Baal en los poemas mitológicos de Ugarit: “que
tiene a las nubes por carruaje”.
68 7 La expresión
“puerta de la dicha” traduce un hapas (kosarot) de difícil
explicación. El matiz “dicha” se explica por el verbo “abrir”. En los poemas de
Ugarit las Kosharot (“expertas”) son mujeres sabias divinas.
68 9 El hebreo añade la
glosa: “es el Sinaí”, según Jc 5,5. – La estrofa evoca la entrada en campaña de
Yahvé: la salida de Egipto en la nube y la teofanía del Sinaí.
68 11 Evocación de los
milagros del Éxodo: el maná y las codornices, y la entrada en la Tierra
Prometida.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta a los Hebreos 12,
18-19.22-24a.
Hermanos:
No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos
nubarrones, a la toementa, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las
palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando. Vosotros os
habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las
miradas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el
cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la
perfección, y al mediador de la nueva alianza, Jesús.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Fuego ardiente, huracán, toque de trompeta.
Ex 19, 16.18: Al tercer día por
la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa en el monte, mientras el
toque de la trompeta crecía en intensidad, y el pueblo se echó a temblar en el
campamento. Moisés sacó al pueblo del campamento a recibir a Dios, y se quedaron
firmes al pie de la montaña. El monte Sinaí era todo una humareda, porque el
Señor bajó a él con fuego; se alzaba el humo como un horno, y toda la montaña
temblaba.
Dt 4, 11: Vosotros os
acercasteis y os quedasteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía con
llamas que se alzaban hasta el cielo, en medio de oscuros y densos nubarrones.
Los que lo oyeron
suplicaron que no les hablara más.
Ex 20, 19: Y dijeron a Moisés:
Háblanos tú y te escucharemos; que no nos hable Dios, que moriremos.
Al monte Sión.
Ap 14, 1: Vi al Cordero que
estaba sentado en el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que
llevaban su nombre y el nombre del Padre grabado en la frente.
Jerusalén celestial.
Ap 21, 10: Me trasladó en
éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la ciudad santa, Jerusalén,
que bajaba del cielo, de Dios.
Purificadora de una
sangre que habla más fuerte que la de Abel.
Hb 11, 4: Por la fe ofreció
Abel a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, por ella lo declararon justo y
Dios aprobó sus dones; por ella, aunque muerto, sigue hablando.
Gn 4, 10: ¿Qué has hecho? La
voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
12 18 (a) El acercamiento a Dios ya no se realiza en una
teofanía aterradora como la del Sinaí, sino, en una ciudad construida por Dios,
ciudad por la que suspiraban los padres y que con todo es ya celeste. Con los
ángeles se hallan congregados en torno al Mediador triunfante todos los
cristianos a los que él ha santificado y perdonado.
12 18 (b) Variante: “a un monte”.
12 23 ¿Se trata de una categoría de
ángeles o más bien de los propios cristianos”.
12 24 (a) El griego dispone de dos
adjetivos para expresar la novedad. Uno (kainos) indica más bien un nuevo tipo de realidad,
una innovación; el otro (néos) empleado aquí, expresa la juventud del ser. La alianza fundada por
Cristo es a la vez de un tipo nuevo e irradiando juventud.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 14, 1.7-14.
Un sábado, Jesús entró en casa
de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando
que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
-Cuando te conviden a una boda,
no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más
categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele
el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al
revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando
venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás
muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había
invitado:
-Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des
un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado,
porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos.
Textos
paralelos.
Les indicó una parábola.
Pr 25, 6-7: Ante el rey no
gloriarse, ni colocarse con los grandes: más vale escuchar “Sube acá” que ser
humillado ante un noble.
Porque todo el que se
ensalce será humillado.
Mt 23, 12: Quien se ensalza
será humillado, quien se humilla será ensalzado.
Lc 18, 14: Os digo que este
volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado,
quien se humilla será ensalzado.
Cuando des un banquete.
Lc 12, 33: Vended vuestros
bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que no envejezcan, un tesoro inagotable
en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.
Serás recompensado.
Lc 6, 35: Amad más bien a
vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada en cambio. Así será
grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, que es generoso con
ingratos y malvados.
Ez 21, 31: Esto dice el Señor:
¡Fuera turbante, quítate la corona! Esto ya no es esto: lo alto es bajo, lo
bajo es alto.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
14 Lc presenta varios elementos en
el marco de una comida. Todos van dirigidos a los fariseos, a quienes Lc
considera como los auténticos representantes del pensamiento de Israel. El
primer episodio es una curación en sábado, análoga a 6, 6-11.
14 7 El término parabole tiene aquí el sentido bíblico
de sentencia sapiencial. A primera vista, Jesús da en los vv. 8-10 una lección
de habilidad social, comparable a Pr 25, 6-7. Pero el consejo termina en el v.
11 con una lección de humildad que se oponen a las preocupaciones jerárquicas
del mundo judío (ver Qumrán).
14 11 Esta sentencia inspirada en Ez
21, 31, condena la orgullosa seguridad de los fariseos. Reaparecerá en 18, 14.
14 14 Apoyándose en este texto (y
sobre todo en 20 35), algunos comentaristas piensan que Lc no admitía la
resurrección de los pecadores (concepción compartida en algunos medios del
judaísmo de entonces). Pero Lc anuncia en Hch 24, 15 una resurrección de justos
y pecadores. Sus expresiones aquí y en 20, 35 tienen una explicación: solo los
justos alcanzan la verdadera vida.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
14 1 UNO DE… LOS FARISEOS: más exacto
sería decir “una autoridad (o un personaje), que pertenecía al partido de los
fariseos, pues los fariseos no tenían “superiores” ni “dirigentes”. // COMER:
lit. comer pan. // ELLOS…: Gr. 1 (lit. y ellos…: un kai griego
como waw.
7 DIJO (lit. decía) UN
EJEMPLO: lit. parábola: ese término aquí es sinónimo de instrucción. En
aquel contexto de normas mundanas de urbanidad, Jesús da normas de “urbanidad
cristiana” que se reducen a dos: humildad (v. 11) y caridad (vs. 12-14).
9-10 TE DIGA (en el versículo 9 y en
el versículo 10): lit. dirá a ti. // ENTONCES… EL ÚLTIMO SITIO: lit. y
entonces empieces con vergüenza el último sitio a ocupar. // DE MODO QUE:
Gr. 3; traducir para que…, es correcto gramaticalmente, pero contrario a
la enseñanza de Jesús, que no puede aconsejar una intención de búsqueda de
alabanza, disimulada bajo la apariencia de humildad.
13 José ben Yohanán, rabino de Jerusalén hacia el 140 a.C., decía: “Esté
abierta tu casa de par en par; que los pobres sean familiares de tu casa”
(escrito rabínico Abot, 15).
14 SE TE DARÁ LA REOCMPENSA (lit. serás repagado) voz pasiva
“teológica”: Dios te recompensará.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
14, 7-14 Cristo dio lecciones de humildad
y generosidad caritativa, instando a sus oyentes a no buscar honor ni
recompensa.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de
bienes convenientes” (S. Juan Damasceno). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos?
¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo
más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla
es ensalzado. La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir
como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para
recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es mendigo de Dios (S.
Agustín).
Concilio Vaticano II
La Iglesia medita también las palabras del Apóstol, el cual, animando a
los cristianos a la caridad, les recomienda que tengan los mismos sentimientos
que Cristo Jesús. “El se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…, y
se hizo obediente hasta la muerte” (Flp 2, 7-8) y por nosotros “se hizo pobre,
siendo rico” (2 Co 8, 9). Siempre será necesario que los discípulos imiten y
den testimonio de esta cariad y humildad de Cristo.
Lumen gentium, 42.
Los Santos Padres.
La regla de la virtud es una mente sumisa que no ama los alardes. Es la
humildad. El bienaventurado Pablo también contó esto entre lo que es digno de
estima. Así escribe a quienes ansiosamente buscan fines santos: Amad la
humildad (cf. Flp 2, 3)..
S. Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas, 101. III, pg.
326.
Entre las personas castas hay algunas que son humildes y otras que son
soberbias. Los soberbios, que no se prometan el Reino de Dios. La castidad
[consagrada] conduce, sin duda, a un lugar más destacado, pero quien se exalta
será humillado. ¿Por qué buscas con ansias de destacar el lugar más elevado,
que podrías alcanzar sencillamente si te mantuvieses en humildad? Si te elevas,
Dios te abate; si tu te abates, Dios te eleva. La afirmación es del Señor: nada
se le puede añadir ni quitar.
S. Agustín. Sermón 354. III, pgs. 326-327.
Por tanto, hermanos, si queremos alcanzar la cumbre de la más alta
humildad y queremos llegar velozmente a aquella celestial exaltación a la cual
se asciende por la humildad de la vida presente, es preciso erigir con nuestros
actos ascendentes aquella escala que se apareció en sueños a Jacob, por la cual
se le mostraba que bajaban y subían ángeles. Sin duda no entendemos otra cosa
en este bajar y subir, sino que por la exaltación se baja y por la humildad se
sube.
S. Benito de Nusia, La Regla, 7. III, pg. 327.
San Agustín.
Si quieres descubrir que
eres mejor, interroga a tu alma por si ves en ella alguna hinchazón. Donde hay
hinchazón, hay vaciedad. El diablo intenta hacer su nido donde encuentra un
lugar vacío.
Sermón 354. II, pg. 1215.
San Juan de Ávila.
Comienza el proficiente, que es cuando se siente el hombre ya movido con
dones de Dios – porque el don es distinto de la virtud – cuando dice sube
más arriba (Lc 14, 10). Samuel no conocía a Dios por comunicación y así
comienza sentir otro en sí; solía trabajar y no crecibir. Progresa cuando
siente un olor de la castidad, mansedumbre, etc., de que se precia.
A los padres de la Compañía. I, pgs. 822-823.
Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro maestro y señor, aquesta
santa bajeza, para que seáis ensalzada, porque palabra suya es Quien se
humillare, será ensalzado (Lc 14, 11). E tened en vuestra ánima aquesta
pobreza, porque de ella se entiende: Bienaventurados los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3). E tened por
cierto que, pues Jesucristo nuestro Señor fue por camino de humildad ensalzado,
el que no la tuviera fuera va de camino; e débese desengañar con lo que dice
San Agustín: “Si me preguntardes cuál es el camino del cielo, responderos he
que la humildad; o si otra vez me lo preguntardes responderos he que la
humildad; e si la tercera vez me lo preguntardes, responderos he lo mismo e si
mil veces me lo preguntardes, mil veces os responderé que no hay otro camino
sino la humildad” (S. Agustín. Sermón Salmo 33).
Audi, filia (I). I, pg. 452.
Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro maestro y Señor, aquesta
santa bajeza, para que seáis ensalzada, según su palabra: Quien se humillare
será ensalzado (Lc 14, 11).
Audi, filia (II), I, pg. 671.
¿Qué haré, que soy fantástico, soberbio, pésame porque al otro hacen más
cortesía que a mí, desque veo que en la iglesia al otro sentado en mejor lugar
que yo, desque veo que al otro quitan el bonete y no a mí? - Toma esta palabra:
que quien se abajare será ensalzado, y quien se ensalzado será humillado?
(Lc 14, 11).
Sermón domingo 4 después de Cuaresma. III, pg. 179.
Ni quiere hacienda ni quiere alteza; porque el cuidado de la hacienda no
lleve el amor, y por la cédula que tiene de Dios: Quien se abajare, será
ensalzado (Lc 14, 11).
Sermón de Santa María Magdalena. III, pg. 1035.
Decíame él [D. Gaspar de Ávalos] algunas veces que el consuelo de sus
trabajos era esperar que lo había de llevar nuestro Señor de este mundo en
camino de salvación. Y no osaba él con su humildad, de la cual Dios tan
abundantemente lo dotó, decir que había de ir luego al cielo, sino que se
embarcaría para purgatorio y de allí iría a lo alto. Y como nuestro Señor haya
dado este consejo, que nos sentemos en el postrer lugar, para que Él nos diga: Sube
conmigo más arriba (Lc 14, 10), bien queo yo que hizo con él más de
lo que él esperaba y que le tiene en su eterno gozo, pues acá le dio tanta
gracia para servir y amar.
Carta a una abadesa [Doña Isabel de Ávalos]. IV, pg. 166.
Señor, humillemos ex toto corde animas nostras; escarmentemos en
tantos que parecían altísimamente caminar, y el fin declaró que fue principio
para mayor caída, y no alteza debida delante los ojos del Altísimo Dios. No es
daño quenos tengamos a raya, aunque algo se excediese en sentir menos de nuestros
dones que sería razón; mas es muy gran daño si un poco excediésemos. Por eso no
está aconsejado: Recumbe novissimo loco (Lc 14, 10).
Carta a un devoto siervo de Dios. IV, pg. 256.
Por abatirnos y despreciarnos alcanzaremos lo que deseamos, más que por
otra porfía soberbia. Dios es muy alto, mas a las cosas bajas miran
sus ojos en el cielo y en la tierra (Sal 112, 6). Y en balde trabajo por le
agradar quien por otra parte que por abajarse lo procura. Ya vino el Hijo de
Dios a la tierra y nos enseñó en su vida y palabras el camino para ir al cielo,
y este camino es la humildad, según Él lo dijo: El que se abajare será
ensalzado (Lc 14, 11). Hermanos, pues si queréis que Dios os dé corazón
nuevo, enmendá primero vuestras obras y después sentir vuestras faltas,
reprehended vuestras culpas, no alivianéis vuestras tachas, juzgaos en verdad y
no os ciegue vuestro amor; y sintiéndolas, no las olvidéis, mas ponedlas
delante los ojos y presentaos a Jesucristo, Salvador y Médico nuestro, y
lloraros delante de Él, que sin falta Él os acallará. No hay armas tan fuertes
como lágrimas de niño para su padre, ni hay cosas que así nos haga victoriosos
delante de Dios como llorarnos delante de Él y quejarnos de nosotros a Él, no
para que haga justicia, mas misericordia.
Carta a un devoto que le pedió como sería bueno. IV, pg. 282.
Estad subjectos a toda criatura, y esto por Jesucristo, el cual no vino a
ser servido, mas a servir y dar su ánima en redempción de muchos (1 Pe 2, 13), considerando que
toda su vida, humildad y dechado de todas las otras virtudes fue conociendo que
la soberbia fue y es principio y raíz de todo mal, por la cual Lucifer con toda
su caterva cayeron en el infierno – el Evangelio dice: El que se ensalza
será humillado, y el que se humillare será ensalzado (Lc 14, 11) –, y
procurando de no entender en disputas ni en porfías, ni tampoco en tenerse ni
pensar que es sabio, escogiendo lugar más bajo, procurar de aprender para obrar
y no para enseñar, y cualquiera persona que se tiene o piensa ser sabio, no
acierta y está engañada, especialmente en las de poca edad.
Carta a una doncella. IV, pg. 721.
San Oscar Romero. Homilía.
El Poder de la tierra se pierde, hermanos; que la humildad es la verdad.
Que es verdadero rico aquel que se apoya en la riqueza de Dios, y éstos son los
verdaderos miembros de la alianza eterna con Cristo. Por eso, siento que esta
Iglesia de la alianza, esta Iglesia de la Arquidiócesis, heredera de la alianza
de Abraham y de Moisés y de Cristo, es ahora verdaderamente auténtica, porque
ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia
es pobre, hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan pero que la aman
los que sienten en Dios su confianza. Y yo les invito, queridos hijos de la
Iglesia, jamás traicionar esta alianza con nuestro Dios, porque esto es lo que
le enojaba a Dios.
Homilía,
28 de agosto de 1977.
León XIV. Audiencia general. 20 de
agosto de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La
Pascua de Jesús. 3. El perdón. «Los amó hasta el final» (Jn 13,2)
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy nos
detenemos en uno de los gestos más conmovedores y luminosos del Evangelio: el
momento en que Jesús, durante la última cena, ofrece el bocado a
aquel que está a punto de traicionarlo. No es solo un gesto de compartir,
es mucho más: es el último intento del amor por no rendirse.
San
Juan, con su profunda sensibilidad espiritual, nos cuenta así ese instante:
«Durante la cena, cuando el diablo ya había puesto en el corazón de Judas, hijo
de Simón Iscariote, la intención de traicionarlo […] Jesús, sabiendo que había
llegado su hora […] los amó hasta el final» (Jn 13,1-2). Amar hasta el
final: esta es la clave para comprender el corazón de Cristo. Un amor que no se
detiene ante el rechazo, la decepción, ni siquiera la ingratitud.
Jesús
conoce la hora, pero no la sufre: la elige. Es Él quien reconoce el momento en que su amor tendrá que pasar por la
herida más dolorosa, la de la traición. Y en lugar de retirarse, acusar,
defenderse... sigue amando: lava los pies, moja el pan y lo ofrece.
«Es
aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato»(Jn 13,26). Con este
gesto sencillo y humilde, Jesús lleva adelante y a fondo su amor. No porque
ignore lo que está sucediendo, sino precisamente porque lo ve con claridad. Ha
comprendido que la libertad del otro, incluso cuando se extravía en el mal,
todavía puede alcanzarse con la luz de un gesto manso. Porque sabe que
el verdadero perdón no espera el arrepentimiento, sino que se ofrece primero,
como un don gratuito, incluso antes de ser acogido.
Judas,
por desgracia, no lo comprende. Después de dar el bocado —dice el Evangelio— «Satanás
entró en él» (v. 27). Este pasaje nos impacta: es como si el mal, hasta
ese momento oculto, se manifestara después de que el amor mostrara su rostro
más desarmado. Y precisamente por eso, hermanos y hermanas, ese bocado
es nuestra salvación: porque nos dice que Dios lo hace todo,
absolutamente todo, para llegar a nosotros, incluso en el momento en que lo
rechazamos.
Es aquí
donde el perdón se revela en toda su potencia y manifiesta el rostro concreto
de la esperanza. No es olvido, no es debilidad. Es la capacidad de dejar
libre al otro, amándolo hasta el final. El amor de Jesús no niega la verdad del
dolor, pero no permite que el mal sea la última palabra. Este es el
misterio que Jesús realiza por nosotros, en el que también nosotros, a veces,
estamos llamados a participar.
Cuántas
relaciones se rompen, cuántas historias se complican, cuántas palabras no
dichas quedan en el aire. Sin
embargo, el Evangelio nos muestra que siempre hay una manera de seguir
amando, incluso cuando todo parece irremediablemente comprometido. Perdonar no
significa negar el mal, sino impedir que genere más mal. No es decir que no
haya pasado nada, sino hacer todo lo posible para que no sea el rencor el
que decida el futuro.
Cuando
Judas sale de la habitación, «era de noche» (v. 30). Pero inmediatamente
después, Jesús dice: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado» (v. 31). La
noche sigue ahí, pero una luz ya ha comenzado a brillar. Y brilla porque
Cristo permanece fiel hasta el final, y así su amor es más fuerte que el odio.
Queridos
hermanos y hermanas, nosotros también vivimos noches dolorosas y agotadoras.
Noches del alma, noches de decepción, noches en las que alguien nos ha herido o
traicionado. En esos momentos, la tentación es cerrarnos, protegernos,
devolver el golpe. Pero el Señor nos muestra que hay esperanza, que
siempre hay otro camino. Nos enseña que se puede ofrecer un bocado
incluso a quien nos da la espalda. Que se puede responder con el silencio
de la confianza. Y que se puede seguir adelante con dignidad, sin renunciar al
amor.
Hoy
pedimos la gracia de saber perdonar, incluso cuando no nos sentimos
comprendidos, incluso cuando nos sentimos abandonados. Porque es
precisamente en esos momentos cuando el amor puede alcanzar su cima.
Como nos enseña Jesús, amar significa dejar al otro libre —incluso para
traicionar— sin dejar nunca de creer que incluso esa libertad, herida y
perdida, puede ser arrancada del engaño de las tinieblas y devuelta a la luz
del bien.
Cuando
la luz del perdón logra filtrarse entre las grietas más profundas del corazón,
comprendemos que nunca es inútil. Aunque el otro no lo acoja, aunque parezca
vano, el perdón libera a quien lo ofrece: disuelve el resentimiento, devuelve
la paz, nos devuelve a nosotros mismos.
Jesús,
con el sencillo gesto de ofrecer el pan, muestra que toda traición puede
convertirse en una oportunidad de salvación, si se elige como espacio para un
amor más grande. No cede ante el mal, sino que lo vence con el bien,
impidiendo que apague lo que hay de más verdadero en nosotros: la capacidad de
amar.
León XIV. Angelus. 24 de agosto de
2025.
Queridos
hermanos y hermanas, feliz domingo.
En el
centro del Evangelio que hemos proclamado hoy (Lc 13,22-30)
encontramos la imagen de la “puerta estrecha”, usada por Jesús para responder a
uno que le pregunta si son pocos los que se salvan. Jesús dice: «Traten de
entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y
no lo conseguirán» (v. 24).
A
primera vista, esta imagen hace surgir en nosotros algunas preguntas: Si
Dios es el Padre del amor y de la misericordia, que siempre permanece con los
brazos abiertos para acogernos, ¿por qué Jesús dice que la puerta de la
salvación es estrecha?
Ciertamente,
el Señor no quiere desanimarnos. Sus palabras, más bien, sirven para
rechazar la presunción de aquellos que se sienten seguros de su salvación,
de aquellos que practican la religión y, por eso, se confían. En realidad,
ellos no han comprendido que no basta cumplir actos religiosos si estos no
transforman el corazón. El Señor no quiere un culto separado de la vida
ni acepta sacrificios y oraciones que no nos conducen a vivir el amor a los
hermanos y a practicar la justicia. Por eso, cuando estos se presenten ante el
Señor enorgulleciéndose de haber comido y bebido con Él y de haber escuchado
sus enseñanzas, oirán que les dice: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de
mí todos los que hacen el mal!» (v. 27).
Hermanos
y hermanas, es hermosa la provocación que nos trae hoy el Evangelio.
Mientras a veces nos sucede que juzgamos a quien está alejado de la fe, Jesús
pone en crisis “la seguridad de los creyentes”. Él, en efecto, nos dice que
no es suficiente profesar la fe con los labios, comer y beber con Él celebrando
la Eucaristía o conocer bien las enseñanzas cristianas. Nuestra fe es
auténtica cuando abraza toda nuestra vida, cuando es un criterio en las
decisiones que tomamos, cuando nos hace mujeres y hombres que se comprometen
con el bien y son capaces de arriesgarse por amor tal y como hizo Jesús. Él no
ha elegido el camino fácil del éxito o del poder, sino que, con tal de
salvarnos, nos ha amado hasta atravesar la “puerta estrecha” de la cruz. Él es
la medida de nuestra fe, Él es la puerta que debemos cruzar para ser salvados
(cf. Jn 10,9), viviendo su mismo amor y siendo constructores
de justicia y de paz con nuestra vida.
A veces,
esto significa tomar decisiones complicadas e impopulares, luchar contra el
propio egoísmo y prodigarse por los demás, perseverar en el bien allí donde
parecen prevalecer las lógicas del mal, y así sucesivamente. Pero, franqueando
este umbral, descubriremos que la vida se abre de par en par ante nosotros como
un mundo nuevo, y, desde ese momento, entraremos en el amplio corazón de Dios y
en la alegría de la fiesta eterna que Él ha preparado para nosotros.
Invoquemos
a la Virgen María, para que nos ayude a atravesar con valentía la “puerta
estrecha” del Evangelio, de modo que podamos abrirnos con alegría a la amplitud
del amor de Dios Padre.
Francisco. Angelus. 31 de
septiembre de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas: Buenos días.
Hoy,
queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con
creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los
pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el
grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz,
queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad,
desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra!
¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser
promovido y tutelado.
Vivo con
particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto
que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente
herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática
evolución que se está produciendo.
Hago un
fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí
mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y
ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la
población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del
futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas.
Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles
imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de
la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de
la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia
llama a la violencia!
Con
todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su
conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro
como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del
encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma
fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo
posible para promover, sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz
en aquella nación, basadas en el diálogo y la negociación, por el bien de toda
la población de Siria.
Que no
se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas
de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los
numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios,
dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la
posibilidad de prestar la ayuda necesaria.
¿Qué
podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a
todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de
convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem
in terris [11 abril 1963]: AAS 55 [1963],
301-302).
¡Que una
cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia
Católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones,
a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos
hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera
cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad.
Lo
repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del
conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos,
sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el
único camino para la paz.
Que el
grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos
depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz.
Por
esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo
7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada
de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo
entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que
consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que
pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de
septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas,
nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios
este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de
conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver
gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las
Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen
algún acto litúrgico por esta intención.
Pidamos
a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra,
con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que
Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos,
María, a superar este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en
todos los ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro
y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Francisco. Regina Coeli. 28 de
agosto de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
episodio del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en la casa de uno de los
jefes de los fariseos, observando entretenido cómo los invitados al almuerzo se
afanan en ocupar los primeros puestos. Es una escena que hemos visto muchas
veces: hacerse con el mejor sitio incluso con los codos. Al ver esta escena, Él
narra dos breves parábolas con las cuales ofrece dos indicaciones: una se
refiere al lugar, la otra se refiere a la recompensa.
La
primera semejanza está ambientada en un banquete nupcial. Jesús dice: «cuando
seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto no sea
que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que
os convidó a ti y a él, te diga: “Déjale el sitio a este”.... al contrario,
cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto» (Lc 14,
8-9). Con esta recomendación, Jesús no pretende dar normas de comportamiento
social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia enseña
que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de
muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad de elegir el último
lugar, es decir, de buscar la pequeñez y pasar desapercibidos: la humildad.
Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, Dios nos exalta, se
inclina hacia nosotros para elevarnos hacia Él: «Porque todo el que se ensalce,
será humillado; y el que se humille será ensalzado» (v. 11).
Las
palabras de Jesús subrayan actitudes completamente distintas y opuestas: la
actitud de quien se elige su propio sitio y la actitud de quien se lo deja
asignar por Dios y espera de Él la recompensa. No lo olvidemos: ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un
lugar mucho más bonito que el que nos dan los hombres! El lugar que nos da
Dios está cerca de su corazón y su recompensa es la vida eterna. «Y serás
dichoso —dice Jesús— ...se te recompensará en la resurrección de los justos»
(v. 14).
Es lo
que describe la segunda parábola, en la cual Jesús indica la actitud
desinteresada que debe caracterizar la hospitalidad, y dice así: «Cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y
serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Se trata
de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportunista que intenta obtener una
recompensa, que busca el interés y que intenta enriquecerse cada vez más.
En efecto, los pobres, los sencillos, los que no cuentan, jamás podrán
corresponder a una invitación para almorzar. Jesús demuestra de esta manera,
su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del
Reino de Dios, y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al
prójimo por amor a Dios. Hoy, Jesús se hace portavoz de quien no tiene voz
y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento urgente para abrir el corazón
y hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los
hambrientos, de los marginados, de los refugiados, de los derrotados por la
vida, de todos aquellos que son descartados por la sociedad y por la
prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad,
la mayor parte de la población.
En este
momento, pienso con gratitud en los comedores donde tantos voluntarios
ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, necesitadas, sin trabajo
o sin casa. Estos comedores y otras obras de misericordia —como visitar a los
enfermos, a los presos...— son gimnasios de caridad que difunden la cultura
de la gratuidad, porque todos los que trabajan en ellas están impulsados
por el amor de Dios e iluminados por la sabiduría del Evangelio. De esta manera
el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace
creíble y visible el amor de Cristo.
Pidamos
a la Virgen María que nos guíe cada día por la senda de la humildad, Ella que
fue humilde toda su vida, y nos haga capaces de gestos gratuitos de acogida y
solidaridad hacia los marginados, para ser dignos de la recompensa divina.
Francisco. Regina Coeli. 1 de
septiembre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En primer lugar, debo disculparme por el retraso, pero ha habido un
incidente: ¡me he quedado encerrado en el ascensor durante 25 minutos! Hubo una
caída de electricidad y el ascensor se detuvo. Gracias a Dios que el Cuerpo de
Bomberos vino —¡se lo agradezco mucho!— y después de 25 minutos de trabajo
consiguieron que funcionara. ¡Un aplauso para el Cuerpo de Bomberos!
El Evangelio de este domingo (cf. Lucas 14, 1. 7-14) nos
muestra a Jesús participando en un banquete en la casa de un líder de los
fariseos. Jesús mira y observa cómo corren los invitados, se apresuran a llegar
a los primeros lugares. Esta es una actitud bastante extendida, incluso en
nuestros días, y no sólo cuando se nos invita a comer: normalmente, buscamos el
primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás. En
realidad, esta carrera hacia los primeros lugares perjudica a la comunidad,
tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad. Todos conocemos a
esta gente: escaladores, que siempre suben para arriba, arriba.... Hacen daño a
la fraternidad, dañan la fraternidad.
Frente a esta escena, Jesús cuenta dos parábolas cortas. La primera
parábola se dirige al invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en
primer lugar, «no sea —dice— que haya sido convidado otro más distinguido que
tú y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “deja el sitio a este” y
entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (cf. vv. 8-9). En cambio,
Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta: «Al contrario, cuando seas
convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el
que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”» (v. 10). Por lo tanto, no
debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los
demás, sino más bien dejar que otros nos la presten. Jesús siempre nos
muestra el camino de la humildad —¡debemos aprender el camino de la
humildad!— porque es el más auténtico, lo que también nos permite tener
relaciones auténticas. Verdadera humildad, no falsa humildad, lo que en
Piamonte se llama la mugna quacia, no, no esa. La verdadera
humildad.
En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose a la
manera de seleccionar a los invitados, le dice: «Cuando des un banquete, llama
a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso,
porque no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Aquí también, Jesús va
completamente a contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios
Padre. Y también añade la clave para interpretar este discurso suyo. ¿Y cuál es
la clave? Una promesa: si haces esto, «se te recompensará en la resurrección
de los justos» (v. 14). Esto significa que quien se comporte de esta manera
tendrá la recompensa divina, muy superior al intercambio humano: Yo te hago
este favor esperando que me hagas otro. No, esto no es cristiano. La humilde
generosidad es cristiana. El intercambio humano, de hecho, suele distorsionar
las relaciones, las hace «comerciales», introduciendo un interés personal en
una relación que debe ser generosa y libre. En cambio, Jesús invita a la
generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor, la
alegría de ser parte del amor mismo de Dios que nos espera a todos en el
banquete celestial.
Que la Virgen María, «humilde y elevada más que criatura» (Dante, Paraíso,
XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es decir, como pequeños; y a
alegrarnos de dar sin nada a cambio.
Francisco. Regina Coeli. 28 de
agosto de 2022.
Queridos hermanos y hermanas!
Al final de esta
celebración, nos dirigimos a la Virgen María con la oración del Ángelus.
Pero antes quiero saludar a todos los que han participado, incluso a los
que han tenido que hacerlo a distancia, en casa o en el hospital o en la
cárcel. Agradezco a las autoridades civiles su presencia y el esfuerzo
organizativo. Doy las gracias de corazón al Cardenal Arzobispo y a los demás
Obispos, a los sacerdotes, a las consagradas, a los consagrados, a las
familias, al coro y a todos los voluntarios, así como a la policía y a la
Protección Civil.
En este lugar, que ha sufrido una grave calamidad, quiero asegurar mi
cercanía al pueblo de Pakistán afectado por las inundaciones de proporciones
desastrosas. Rezo por las numerosas víctimas, los heridos y los desplazados, y
para que sea rápida y generosa la solidaridad internacional.
Y ahora invoquemos a la Virgen para que, como dije al final de la homilía,
obtenga el perdón y la paz para el mundo entero. Recemos por el pueblo
ucraniano y por todos los pueblos que sufren a causa de las guerras. Que el
Dios de la paz reavive en los corazones de los dirigentes de las naciones el
sentido humano y cristiano de piedad, de misericordia. María, Madre de la
Misericordia y Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Benedicto XVI. Angelus. 2 de
septiembre de 2007.
Al final de esta
solemne celebración eucarística, recemos, queridos jóvenes, la oración del
Ángelus, en comunión espiritual con todos los que están unidos a nosotros a
través de la radio y la televisión. Loreto, después de Nazaret, es el lugar
ideal para orar meditando en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
Por eso, en este momento, invito a todos a acudir juntos, con la mente y con el
corazón, al santuario de la Santa Casa, entre aquellas paredes que según la
tradición proceden de Nazaret, el lugar en el que la Virgen dijo "sí"
a Dios y concibió en su seno al Verbo eterno encarnado.
Por tanto, antes de que se disuelva nuestra asamblea, dejemos por un
momento el "ágora", la plaza, y entremos idealmente en la Santa Casa.
Existe una relación recíproca entre la plaza y la casa. La plaza es grande,
está abierta, es el lugar del encuentro con los demás, del diálogo, de la
confrontación; la casa, en cambio, es el lugar del recogimiento y del silencio
interior, donde se puede acoger en profundidad la Palabra. Para llevar a
Dios a la plaza hay que interiorizarlo antes en la casa, como María en la
Anunciación. Y viceversa, la casa está abierta a la plaza: lo sugiere
también el hecho de que la Santa Casa de Loreto tiene tres paredes y no
cuatro: es una casa abierta, abierta al mundo, a la vida, y también a esta
"Ágora" de los jóvenes italianos.
Queridos amigos, para Italia es un gran privilegio acoger, en este
estupendo rincón de Las Marcas, el santuario de la Santa Casa. Sentíos, con
razón, orgullosos de él, y aprovechadlo. En los momentos más importantes de
vuestra vida acudid a él, al menos con el corazón, para vivir momentos de
recogimiento espiritual entre las paredes de la Santa Casa. Pedid a la Virgen
María que os obtenga la luz y la fuerza del Espíritu Santo para responder de
forma plena y generosa a la voz de Dios. Entonces llegaréis a ser sus
auténticos testigos en la "plaza", en la sociedad, heraldos de un
Evangelio no abstracto, sino encarnado en vuestra vida.
Benedicto XVI. Angelus. 29 de
agosto de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio de este domingo (Lc 14, 1.7-14), encontramos a
Jesús como comensal en la casa de un jefe de los fariseos. Dándose cuenta de
que los invitados elegían los primeros puestos en la mesa, contó una parábola,
ambientada en un banquete nupcial. «Cuando seas convidado por alguien a una
boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él
otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga:
“Deja el sitio a este”... Al contrario, cuando seas convidado, ve a sentarte en
el último puesto» (Lc 14, 8-10). El Señor no pretende dar una
lección de buenos modales, ni sobre la jerarquía entre las distintas
autoridades. Insiste, más bien, en un punto decisivo, que es el de la humildad:
«El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado» (Lc 14,
11). Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la
postura del hombre en relación con Dios. De hecho, el «último lugar» puede
representar la condición de la humanidad degradada por el pecado, condición
de la que sólo la encarnación del Hijo unigénito puede elevarla. Por eso Cristo
mismo «tomó el último puesto en el mundo —la cruz— y precisamente con esta
humildad radical nos redimió y nos ayuda constantemente» (Deus
caritas est, 35).
Al final de la parábola, Jesús sugiere al jefe de los fariseos que no
invite a su mesa a sus amigos, parientes o vecinos ricos, sino a las personas
más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolverle el favor (cf. Lc 14,
13-14), para que el don sea gratuito. De hecho, la verdadera recompensa la dará
al final Dios, «quien gobierna el mundo... Nosotros le ofrecemos nuestro
servicio sólo en lo que podamos y mientras él nos dé fuerzas» (Deus
caritas est, 35). Por tanto, una vez más vemos a Cristo como modelo de
humildad y de gratuidad: de él aprendemos la paciencia en las tentaciones,
la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de
que Aquel que nos ha invitado nos diga: «Amigo, sube más arriba» (cf. Lc 14,
10); en efecto, el verdadero bien es estar cerca de él. San Luis IX, rey de
Francia —cuya memoria se celebró el pasado miércoles— puso en práctica lo que
está escrito en el Libro del Sirácida: «Cuanto más grande seas,
tanto más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor» (3, 18). Así
escribió en el «Testamento espiritual a su hijo»: «Si el Señor te concede
prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento
tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no
han de ser causa de que le ofendas» (Acta Sanctorum Augusti 5
[1868] 546).
Queridos amigos, hoy recordamos también el martirio de san Juan Bautista,
el mayor entre los profetas de Cristo, que supo negarse a sí mismo para dejar
espacio al Salvador y que sufrió y murió por la verdad. Pidámosle a él y a la
Virgen María que nos guíen por el camino de la humildad, para llegar a ser
dignos de la recompensa divina.
Domingo 23 T.O.
Monición de entrada.-
Esta es la reunión de los que quieren
escuchar la Palabra de Dios.
De los que queremos vivir como Jesús nos
enseña.
Señor ten piedad.-
Tú que eres nuestro Dios. Señor, ten piedad.
Tú que eres nuestro Maestro. Cristo ten
piedad.
Tú que eres nuestro Señor. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que el papa León nos ayude a conocer a
Jesús. Te lo pedimos, Señor.
Para que la Iglesia no tenga miedo a
renunciar a todo lo que le impide ser como Jesús quiere que sea. Te lo pedimos,
Señor.
Para que veamos en los mandamientos la manera
de ser libres. Te lo pedimos, Señor.
Para que los que no tienen sean ayudados. Te
lo pedimos, Señor.
Para que no tengamos miedo a ser obedientes a
Jesús. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
Virgen María, gracias por ser obediente a
Dios y su Palabra. Gracias por ayudarnos a serlo nosotros.