miércoles, 13 de marzo de 2024

5º Tiempo de Cuaresma. 17 de marzo de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de Jeremías 31, 31-34.

Ya llegan días – oráculo del Señor – en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor – oráculo del Señor –. Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días – oráculo del Señor –: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: “Conoced al Señor”, pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor – oráculo del Señor –, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

 

Textos paralelos.

 Van a llegar días – oráculo de Yahvé – en que yo pactaré con la casa de Israel.

Hb 8, 8-12: Pero él pronuncia un reproche: Mirad que llegan días – oráculo del Señor – en que haré una alianza nueva con Israel y con Judá; no será como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; pues ellos no se atuvieron a mi alianza y yo me desentendí de ellos – dice el Señor –. Así será la alianza que haré con la casa de Israel en el futuro – oráculo del Señor –: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No tendrá que instruir uno a su prójimo, otro a su hermano, diciendo: tienes que conocer al Señor; porque todos, grandes y pequeños me conocerán. Pues yo perdono sus cumplas y olvido sus pecados.

No como la alianza que pacté con sus padres.

Lc 22, 20: Igualmente tomó la copa después de cenar y dijo: “Esta es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros”.

Pues ellos rompieron mi alianza y yo hice estrago.

Ex 19, 4-6: Habla así a la casa de Jacob, diles a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto lo que hice a los egipcios, os llevé en alas de águila y os traje a mí; por tanto, si queréis obedecerme y guardar mi alianza, entre todos los pueblos seréis mi propiedad, porque es mía toda la tierra. Seréis un pueblo sagrado, u9n reino sacerdotal. Esto es lo que has de decir a los israelitas.

Hb 10, 16: Esta es la alianza que haré con ellos en el futuro – oráculo del Señor –: Meteré mis leyes en su pecho y las escribiré en su corazón. Me olvidaré de sus pecados y delitos. Ahora bien, si son perdonados, ya no hace falta ofrenda por el pecado.

Pondré mi Ley en su interior.

Jr 24, 7: Les daré inteligencia para que reconozcan que soy el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, si vuelven a mí de todo corazón.

Jr 32, 39-40: Les daré un corazón entero y una conducta íntegra, para que me respeten toda la vida, para su bien y el de sus hijos que los sucedan.

2 Co 3, 3: Demostráis ser carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo, no en losas de piedra, sino en corazones de carne.

Conoced a Yahvé.

Os 2, 22: Me casaré contigo a precio de fidelidad y conocerás al Señor.

1 Jn 2, 27: Vosotros conservad la unción que recibisteis de él y no tendréis necesidad de que nadie os enseñe; pues su unción, que es verdadera e infalible, os instruirá acerca de todo. Lo que os enseñe conservadlo.

Cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme.

Hb 10, 17: Me olvidaré de sus pecados y delitos.

 

Notas exegéticas.

31 31 Los versículos 31-34 son la cumbre espiritual del libro de Jeremías. Tras el fracaso de la antigua alianza y el fallido intento de Josías de restaurarla, el plan de Dios aparece bajo un aspecto nuevo. Después de una catástrofe que solo dejará subsistir a un “Resto” nuevamente se concluirá una alianza eterna, como en los días de Noé. Subsisten las antiguas perspectivas: fidelidad de los hombres a la Ley, presencia divina que garantiza a los hombres la paz y la prosperidad material, expresándose este ideal con la fórmula: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo·. La novedad de la alianza se refiere a tres puntos: 1º, la iniciativa divina del perdón de los pecados; 2º la responsabilidad y la retribución personal; 3º la interiorización de la religión: la Ley deja de ser un mero código exterior para convertirse en una aspiración que alcanza al “corazón” del hombre, bajo la influencia del Espíritu de Dios que da al hombre un corazón nuevo capaz de “conocer” a Dios. Esta nueva y eterna alianza, proclamada nuevamente por Ezequiel, por los últimos capítulos de Isaías, vivida en el Sal 51, será inaugurada por el sacrificio de Cristo, y los apóstoles anunciarán su cumplimiento.

31 32 Leyendo bala’tî por ba‘alti: “tuve señorío”.

 

Salmo responsorial

Salmo 51 (50), 2-4.12-15

 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro. R/.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.

 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme.

No me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu. R/.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso.

Enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti. R/.

 

Textos paralelos.

 Salmo 51 (50), 2-4.12-15

Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad.

Ez 18, 23: ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado – oráculo del Señor – y no que se convierta de su conducta y que viva?

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro.

Ez 11, 19: Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.

No retires de mí tu santo espíritu.

Sb 1, 5: El espíritu educador y santo rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia.

Sb 9, 17: ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das la sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo?

Rm 8,9: Pero vosotros no seguís el instinto, sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu del Mesías, no le pertenece.

Rm 8, 14-16: Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

Is 37, 20: Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.

 

Notas exegéticas.

51 Este salmo penitencial tiene un estrecho parentesco con la literatura profética, sobre todo con Isaías y Ezequiel.

51 12 Este verbo es exclusivo de Dios y designa el acto por el cual da existencia a algo nuevo y maravilloso. La justificación del pecador es la obra divina por excelencia, análoga al acto creador.

5 13 Se trata del principio, intrínseco al hombre, pero dado por Dios, de la vida moral y religiosa, ya sea individual, ya de todo el pueblo.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.

 

Textos paralelos.

 De haber ofrecido en los días de su vida mortal.

Rm 7, 5: Mientras vivíamos bajo el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en nuestros miembros y dábamos frutos para la muerte.

Mt 26, 39: Se adelantó un poco y, postrado rostro en tierra, oró así: “Padre, si es posible, que se aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Aunque era Hijo, aprendió la obediencia a través del sufrimiento.

Flp 2, 8: Se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.

Alcanzada la perfección, se convirtió en causa de salvación.

Hb 2, 10: En efecto, convenía que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo conducir a la gloria a muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento al pionero de su salvación.

Hb 7, 28: La ley nombra sumos sacerdotes a hombres débiles; el juramento que sucede a la ley nombra a un Hijo consumado para siempre.

Jn 17, 19: Por ellos me consagro, para que queden consagrados a la verdad.

Rm 1, 5: Por medio de él recibimos la gracia del apostolado, para que todos los pueblos respondan con la fe en su nombre.

 

Notas exegéticas.

5 7 (a) En toda esta sección se pone de relieve la condición humana del sacerdote. Para representar a los hombres, debe ser uno de ellos; para compadecer sus miserias, debe haberlos compartido. Pues bien, esta condición humana de “carne” queda bien probada en Jesús por toda su vida terrena, por su debilidad, y sobre todo por su agonía y su muerte. La diferencia capital entre el sumo sacerdote aarónida y Jesús reside en el hecho de que el primero mediante una serie de abstenciones que lo mantienen separado es solidario solo en el pecado, mientras que Cristo es plenamente laico desde dicha perspectiva aaronida, pero no tiene pecado.

 5 7 (b) No es que Dios librara a Jesús de la muerte física, sino que le arrancó de su poder y transformó esta muerte en una exaltación de gloria.

5 7 (c) El término implica respeto y sumisión. La oración de Cristo en la agonía seguía inspirándose en una total sumisión a la voluntad de su Padre. Los vv. 7-8, de redacción particularmente cuidada, se apoyan en la raíz común de hyp-akúein: “escuchar desde abajo, obedecer”, ep-akúein: “escuchar desde arriba, atender”, y en el tópico clásico de la educación antigua. LXX, páthein – máthein: “sufrir – aprender”.

5 9 En su oficio de Sacerdote y Víctima – La forma verbal es pasiva: lit. “hecho perfecto” (teleotheis). Este verbo tiene aquí un doble matiz. En primer lugar expresa una transformación profunda: por la obediencia de Cristo, la naturaleza humana ha sido totalmente refundida en el crisol del sufrimiento según la voluntad de Dios. El término evoca también una consagración sacerdotal, pues ese es el sentido en los LXX. La perfección de Cristo mediante el sufrimiento es condición previa a la proclamación de su sacerdocio.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-22.

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

-Señor, queremos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:

-Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo:

-Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo:

-Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 

Textos paralelos.

Entre los que subían a adorar en la fiesta.

Hch 8, 26: El ángel del Señor dijo a Felipe: “¡En pie! dirígete al sur, al camino que conduce de Jerusalén a Gaza (un camino desierto)”.

Za 14, 16: Los supervivientes de las naciones que invadieron Jerusalén vendrán cada año a rendir homenaje al Rey, al Señor de los ejércitos, ya celebrar la fiesta de las chozas.

Se dirigieron a Felipe.

Jn 1, 40: Uno de los que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro.

Jn 1, 44: Felipe era de Betsaida[1], patria de Andrés y Pedro.

Señor, queremos ver a Jesús.

Jn 6, 40: Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que contempla al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.

Ha llegado la hora.

Jn 2, 4: Le responde Jesús: “¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora”.

De que el Hijo del hombre sea glorificado.

Jn 3, 14: Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado este Hombre.

Mt 8, 20: Jesús le contestó: “Las zorras tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza”.

Que si el grano de trigo.

1 Co 15, 36: ¡Necio! Lo que tú siembras no cobra vida si antes no muere.

El que ama su vida, la perderá.

Mt 16, 25: Quien se empeñe en salvar la vida la perderá; quien pierda la vida por mí la alcanzará.

Mc 8, 35: Quien se empeñe en salvar la vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la buena noticia, la salvará.

Lc 9, 24: Quien se empeñe en salvar su vida la perderá; quien pierda su vida por mí la salvará.

Ap 12, 11: Por eso festejadlo, cielos, y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar! porque ha bajado a vosotros el diablo, enfurecido porque sabe que le queda poco tiempo.

La guardará para una vida eterna.

Jn 1, 12: Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios; a los que creen en él.

Si alguno me sirve, que me siga.

Mt 16, 24: Entonces Jesús dijo a los discípulos: “Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”.

Y donde yo esté.

Jn 7, 34: Me buscaréis y no me encontraréis, y adonde yo vaya no podréis ir vosotros.

Jn 14, 3: Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré a llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy.

Jn 17, 24: Padre, los que me confiaste, quiero que estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria; la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.

Ahora mi alma está turbada.

Jn 11, 33: Al ver Jesús a María llorando y a los judíos que la acompañaban llorando, se estremeció por dentro.

Jn 13, 21: Dicho esto, Jesús se estremeció por dentro y declaró: “Os aseguro que uno de vosotros me entregará”.

Hb 5, 7-8: Durante su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía librarlo de la muerte, y por esa cautela[2] fue escuchado.

¡Padre, líbrame de esta hora!

Lc 22, 40-46: Al llegar al lugar, les dijo: “Pedid no sucumbir en la prueba”. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y oraba: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerza. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo. Se levantó de la oración, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza; y les dijo: “Levantaos y pedid no sucumbir en la prueba”.

Sal 22, 20-24: Pues tú, Señor, no te quedes lejos, fuerza mía, apresúrate a socorrerme; libra mi vida de la espada, la única, de la garra del mastín; sálvame de las fauces del león, de los cuernos de búfalos a este desgraciado. Contaré tu fama a mis hermanos, en plena asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, reverenciadlo, linaje de Israel”.

Jn 18, 11: Jesús dijo a Pedro: “Envaina la espada: la copa que me ha ofrecido mi Padre ¿no la voy a beber?

Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.

Jn 2, 11: En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos.

Jn 1, 14: La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de Hijo único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.

Jn 17, 5: Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que hubiera mundo.

Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.

Lc 22, 43: Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas.

No ha venido esta voz por mí.

Jn 11, 42: Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me enviaste.

Ahora es el juicio de este mundo.

Jn 3, 19: El juicio versa sobre esto: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas.

Jn 1, 10: En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció.

Lc 10, 18: Les contestó: “Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo”.

Ap 12, 9: El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamada diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojada a la tierra con todos su ángeles.

Ap 20, 1-6: Vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del Abismo y una enorme cadena en la mano. Sujetó al dragón, la serpiente primitiva, que es el diablo y Satanás, lo encadenó por mil años y lo arrojó al Abismo. Cerró y selló por fuera, para que no extravíe a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después lo han de soltar por breve tiempo. Vi unos tronos, y sentados en ellos los encargados de juzgar; y las almas de los que habían sido decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no adoraron a la bestia ni su imagen, los que no aceptaron su marca ni en la frente ni en la mano. Vivieron y reinaron con el Mesías mil años. Los demás muertos no revivieron hasta pasados los mil años. Esta es la resurrección primera. Dichoso el santo que tome parte en la resurrección primera. No tendrá poder sobre ellos la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y del Mesías y reinarán con él mil años.

Atraeré a todos hacia mí.

Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos.

Decía esto para dar a entender que tipo de muerte le iban a aplicar.

Jn 18, 32: Para que se cumpliera lo que había dicho Jesús indicando de qué muerte iba a morir.

Jn 21, 19: (Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios). Dicho esto añadió: “Sígueme”.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

12 20 No se trata de judíos, sino de adheridos al monoteísmo de Israel y, hasta cierto punto, a las observancias mosaicas: los “temerosos de Dios” de Hch 10, 2.

12 24 Habitual en la predicación evangélica. La imagen de la semilla que muere para dar una cosecha abundante había sido aplicada a la doctrina de la elevación y la glorificación por los doctores judíos y por san Pablo. La pasión, tal como Jesús va a vivirla, desembocará en la fecundidad de la resurrección, que deberá reunir a judíos y cristianos en la misma comunidad mesiánica.

12 26 En la gloria del Padre, ver 14, 3.

12 27 Escena que en más de un rasgo evoca a Getsemaní: angustia ante la Hora que se acerca, llamamiento a la compasión del Padre, aceptación del sacrificio, consuelo venido del cielo. Nótese con todo dos diferencias: Cristo sigue de pie, su llamada a la compasión queda reducida a la lucha interior (Jn); “se pone de rodillas” (Lc); “cae rostro en tierra” (Mt y Mc).

12 28 (a) “tu Nombre” (var.: “a tu Hijo”) designa a la misma persona del Padre. Jesús se ofrece a la muerte para que se cumpla la obra que glorificará al Padre manifestando su amor por el mundo.

12 28 (b) El Nombre de Dios ha sido ya glorificado gracias a los “signos” realizados por Jesús; y será glorificado por la ascensión de Cristo a la gloria, el “signo” por excelencia.

12 30 El acontecimiento es como un sello divino puesto por anticipado a la muerte de Jesús.

12 31 Como en Lc 10, 18 y Ap 12, 9, su caída contrasta con la elevación de Cristo, que debe entenderse en dos sentidos complementarios: elevación en la cruz y elevación a la derecha del Padre. El reinado de Satán sobre el mundo va a llegar a su fin para ceder el sitio al reinado de Cristo. Esta doble realeza debe ser entendida en una perspectiva ética. El diablo es mentiroso por naturaleza Desde los orígenes ha engañado a la humanidad acerca de los mandamientos divinos, lo cual le ha costado la muerte; es, pues, homicida. Las autoridades judías que quiere matar a Jesús lo hacen por instigación del diablo, como lo hizo Caín. Es el Príncipe de este mundo quien, por sus mentiras, es la causa de todos los desórdenes morales. Su reinado es el del Mal y engendra la muerte. Por el contrario, Cristo fue enviado por Dios para decirnos la verdad, esa verdad que debe liberarnos de la esclavitud del diablo, porque no se hace saber claramente cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros. Ahora bien, será la excelencia que nos probará que él ha sido en efecto enviado por Dios, y que él nos transmite sus palabras. Cristo entonces atraerá a sí a toda la humanidad, en el sentido de que todos vendrán a él y recibirán su enseñanza, que es, no de odio, sino de amor mutuo. El reinado de Cristo es el del Amor y engendra la vida. Var.: “echado fuera”.

12 32 Var.: “a todo hombre” o “todo”.

12 33 Si los judíos hubieran ejecutado ellos mismos a Cristo, lo habrían lapidado después de “arrojarlo” desde lo alto de un lugar escarpado. Al ser ejecutado por los romanos, fue “elevado” en la cruz, primer paso que debía llevarlo a la derecha del Padre. El tipo de muerte que recibió Cristo tenía, por tanto, un valor de símbolo.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

20 UNOS GRIEGOS: gentiles, no judíos helenistas. Eran “temerosos de Dios”, simpatizantes del judaísmo. // SUBÍAN a Jerusalén: cf. Lc 2, 22.

21-22 ANDRÉS Y FELIPE intervienen singularmente en este episodio como en 6, 5. // QUEREMOS VER A JESÚS: ¿Accedió Jesús a su deseo? Lo que dice a continuación es una respuesta indirecta: “Si quieren verme, que me vean en la cruz”.

23 HA LLEGADO LA HORA … EL HIJO DEL HOMBRE: la glorificación de Jesús empieza ya con la pasión.

24 SI EL GRANO DE TRIGO…: La 1ª de Clemente 24, 5 recordaba la misma enseñanza: las semillas, “una vez caídas en tierra, secas y desnudas, se deshacen; después, la grandeza de la Providencia del Señor las hace surgir de su destrucción, y de una sola crecen muchas y dan fruto”.

26 ESTÉ: lit. estará, como imperativo (igual que SIGA), o con valor de simple afirmación: “Mi servidor estará también él un día en la gloria de mi Padre”; o ambas cosas: mandato y promesa. Pero, para estar un día en la gloria con el Hijo resucitado, su servidor tiene que vivir también – no de modo fortuito, sino necesariamente – en comunidad de cruz con él. // EL PADRE LO HONRARÁ: o… lo festejará; probablemente con el matiz de “lo honrará con un banquete”, celebrará un banquete de fiesta en su honor (hebrero: ykabbed).

27-28 MI ALMA. Jesús acepta voluntariamente su muerte redentora, pero la idea de sufrir lo turba instintivamente, como en Getsemaní. Desearía verse libre de esa hora dolorosa, pero su oración no es egoísta: solo busca que el Padre sea glorificado: es la primera petición del Padrenuestro). La respuesta del Padre, que ya ha actuado en las señales reveladoras de Jesús, indica que precisamente ahora, en la muerte y la resurrección, va a mostrar con más claridad “el esplendor del Hijo único”.

31 (LA) CONDENA: lit. el juicio (condenatorio). // EL JEFE DE ESTE MUNDO es Satanás (cf. referencias bíblicas).

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

12, 20-36 Cristo anunció que había llegado su “hora”, la hora para el sacrificio supremo de su pasión y muerte. Sus palabras indicaban su absoluto conocimiento y consentimiento del tipo de muerte que estaba a punto de sufrir, y su aceptación de la voluntad de su Padre. Cat. 569.

12, 24 La imagen del grano de trigo está cargada de significado. El grano de trigo señala a la Sagrada Eucaristía, en la que el sacrificio de Cristo se hace realmente presente. Al morir a nosotros mismos en unión con él, sobre todo en el sacramento de la Eucaristía, nos convertimos en otros cristos. Cat. 2731.

12, 27 Cristo sabía la agonía que tenía que soportar, y todo lo que conllevaba; sufrir y morir. Él acogió la voluntad del Padre por completo y deseó cumplirla sin ninguna duda (cat. 363, 307).

12, 31 El príncipe de este mundo, el diablo, o Satán, tiene en sus garras al mundo entero desde la caída de Adán y Eva. Cristo, que había demostrado su poder para expulsar demonios, y vencería a Satán por medio de su sacrificio en la cruz y establecería su reino con firmeza. Cat. 550, 2853.

12, 32 Cuando yo sea elevado: Juan emplea esta frase en tres ocasiones; es una referencia tanto a la crucifixión de Cristo como a su Ascensión. La expresión evoca la serpiente de bronce que Moisés elevó para salvar a los israelitas que habían sido mordidos por serpientes venenosas (Números 21, 8). También representa una reminiscencia del Siervo doliente de Isaías, que sería rechazado por su propio pueblo para posteriormente elevado a la vista de todos (Is 52, 13; 53, 12). Atraeré a todos hacia mí: ya no se distingue entre judíos y gentiles. Con su muerte y resurrección, Cristo llamó a las gentes de todas las naciones a la salvación y a unirse como un solo Pueblo de Dios. Los cristianos están llamados a colocar a Cristo en el centro de toda su actividad humana a través de sus esfuerzos para crecer en santidad en las actividades del día a día. Cat. 542, 662, 786, 1428, 2795.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

569 Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén sabiendo perfectamente que allí moriría de muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores.

2731 Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es en ese momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. “El grano de trigo, si (…) muere, da mucho fruto”  (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a la falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión.

363 A menudo, el término alma designa en la sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana. Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre y de más valor en él, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa el principio espiritual en el hombre.

2853 La victoria sobre el príncipe de este mundo se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo ha sido echado abajo.

542 (Cristo) realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).

662 “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). La elevación en la cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo.

 

Concilio Vaticano II

Negándose a ser un Mesías político y dominador por la fuerza, prefirió decir que él era el Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar su vida para la redención de muchos. Se ofreció como el Siervo perfecto de Dios, que no rompe la caña y no extingue la mecha humeante. Reconoció los derechos del poder civil al ordenar dar el tributo al César, pero advirtió con claridad que deben respetarse los derechos superiores de Dios. Dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Finalmente, completando en la cruz la obra de redención, con la que adquirió la salvación y la verdadera libertad para los hombres, concluyó su revelación. Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su Reino no se defiende a golpes, sino que se establece dando testimonio de la verdad y oyéndola, y crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia Él (cf. Jn 12, 32).

Declaración “Dignitatis humanae”, 11.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Era habitual entre algunos habitantes de Palestina, sobre todo entre los griegos que vivían en países limítrofes con Judea, adaptarse de alguna manera a las costumbres de honrar el nombre del monoteísmo conforme había sido esparcido entre aquellos que acabamos de mencionar, aunque de manera distinta a como creemos nosotros. Estos, que no estaban del todo dispuestos hacia los ritos judíos y tampoco olvidaban sus costumbres griegas, tenían una opinión intermedia entre ambos y se llamaban “los adoradores de Dios”. Por tanto, los griegos que vivían en las ciudades vecinas, al ver que sus costumbres no se diferenciaban mucho de las de los judíos …, solían ir a adorar, sobre todo en las grandes fiestas; así se comportaban de manera que no ofendían intencionadamente a la religión judía y su culto, sino que honraban al único Dios de todos.

Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 8. 4b, pg. 96-97.

La glorificación se refiere a la cruz. Por ella se dio a conocer el poder del Señor, pues cambió la vergüenza en gloria, el insulto en honor, la maldición en bendición, la amargura en dulzor, el vinagre en leche, las bofetadas en la cara en libertad y la muerte en vida.

Proclo de Constantinopla. Homilía sobre el Domingo de Ramos, 9, 3. 4b, pg. 98.

Trae una balanza, pero la de la verdad, no la de la ambición; tráela, te lo ruego, y pon en un platillo el dinero y el otro el alma. (…). Apártate, sea Dios quien pese; Él, que no puede engañar ni ser engañado. Ved que pesa él; vedlo pensado y escuchad su fallo: “¿Qué aprovecha a un hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?” (…) Querías poner en la misma balanza tu alma y tus ganancias; compárala con el mundo. Querías perderla para adquirir la tierra: el alma pesa más que el cielo y la tierra. Pero actúas así porque, abandonando a Dios y amándote a ti, saliste hasta de ti mismo; y así valoras más las cosas que están fuera de ti que a ti mismo. Vuelve a ti mismo; pero cuando hayas vuelto de nuevo a ti, no permanezcas en ti. Antes de nada, vuelve a ti mismo desde lo que está fuera de ti, y luego devuélvete a quien te creó, a quien te buscó cuando estabas perdido.

Agustín. Sermones, 330, 2-3. 4b, pgs. 100-101.

Cuida mucho de no caer en la tentación de quererte matar por entender que de este modo debes odiar a tu alma en este mundo. (…) No son estas las enseñanzas de Cristo; antes bien, el demonio, que le instigaba a precipitarse, le respondió: “Aléjate, Satanás” (…) Pero, cuando no hay alternativa y el hombre se vea forzado a elegir entre dos cosas: o traspasar la ley de Dios, o morir bajo la espada del perseguidor…, entonces debe odiar a su alma en este mundo, a fin de guardarla para la vida eterna.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 51, 10. 4b, pags. 101-102.

Él estaba tan angustiado que buscaba librarse de ello, si fuera posible rehuirlo. En esto consiste la debilidad de su naturaleza humana.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 67, 1. 4b, pg. 103.

Te enseñó lo que tú debes pensar, qué debes decir, a quién debes invocar, en quien debes esperar, cuya voluntad segura y divina debes anteponer a la tuya humana y flaca. No creas que Él perdió algo de su excelsa gloria por querer levantarte a ti de la profundidad de tu caída… Tomó sobre sí la flaqueza humana para enseñar a quien estuviese contristado y conturbado a decir: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú, Padre quieres”. Y así, anteponiendo la voluntad divina a la voluntad humana, el hombre sube de lo humano a lo divino.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 52, 3. 4b, pg. 106.

Cristo, despreciando la muerte y la vergüenza que procede del sufrimiento, puso los ojos solamente en los éxitos que se desprenden del sufrimiento. (…). Su aceptación del sufrimiento por el bien de los demás es un signo de extraordinaria compasión y la forma más alta de gloria. La glorificación del Hijo tuvo lugar también de otra manera. A causa de su victoria sobre la muerte conocemos que Él es la vida y el Hijo de Dios viviente. Y el Padre es glorificado, entonces, cuando se manifiesta que tiene un Hijo, nacido de sí mismo, de igual naturaleza que Él mismo.

Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 8. 4b, pg. 107.

“Lo glorifiqué” cuando nació de una virgen, cuando obró prodigios, cuando por indicio celestial fue adorado por los Magos, cuando fue reconocido por sus elegidos, llenos del Espíritu Santo; cuando fue declarado por el Espíritu Santo, que bajó sobre Él en forma de paloma y fue manifestado por una voz del cielo; cuando se transfiguró, cuando obró tantos milagros, cuando curó y limpió a muchos, cuando con pocos panes dio de comer a tan grande muchedumbre, cuando imperó sobre los vientos y las olas, cuando resucitó a los muertos. “Y lo volveré a glorificar” cuando resucite de entre los muertos, cuando sea elevado a los cielos como Dios; y cuando su gloria se extienda por toda la tierra.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 52, 4. 4b, pg. 108.

Únicamente es en la cruz donde se muere con las manos extendidas. Era, además, conveniente que el Señor sufriese esa muerte y extendiese las manos: con una atraería al pueblo antiguo, con la otra a los gentiles y reuniría a ambos en sí. Él mismo lo ha dicho al indicar qué muerte utilizaría para redimir a los hombres: “Cuando sea elevado atraeré a todos hacia mí”.

Atanasio. La Encarnación del Verbo, 25, 3-4. 4b, pg. 110.

 

San Agustín.

Hermanos, no penséis que el Señor dijo: Donde yo estoy, allí estará también mi servidor, pensando solo en los obispos y clérigos buenos. También vosotros podéis servir a Cristo viviendo bien, haciendo limosnas, enseñando su nombre y su doctrina a cuantos os sea posible, haciendo que todos los padres de familia sepan que, por este nombre, deben amar a su familia con afecto paternal. Por el amor a Cristo y por la vida eterna amoneste, enseñe, exhorte, corrija, sea benevolente y mantenga la disciplina entre los suyos.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan, 51, 9-13. Pg. 371.

 

San Juan de Ávila.

Gracias, Señor, a tu amor y bondad, que, con tu muerte nos diste la vida. Y también gracias a ti, porque en tu vida guardas la nuestra, y nos tienes juntos contigo en este destierro, que, si perseveramos en tu servicio, nos llevarás contigo, y nos ternás para siempre en el cielo, donde tú estás, según tu lo dijiste: Donde yo estoy, estará mi sirviente (Jn 12, 26).

Audi, filia (II). Capítulo 85. 9. OC I. Pg. 721.

Por lo cual dice el príncipe de este mundo (Jn 12, 31), y regidor y señor de él, no porque él lo haya criado, mas porque los malos que son de Dios por creación, quieren sujetarse al demonio, conforme con su voluntad, para que así sean también conformes con él en la infernal pena.

Audi, filia (I), V, 2. OC I. Pg. 512.

A las cuales, con las tres lanzas ya dichas, de soberbia de vida, y cobdicia de  carne, y cobdicia de ojos, alancea el demonio, que es llamado príncipe de este mundo (Jn 12, 31), porque rige y manda a los malos.

Audi, filia (II), cap. 98, 5. OC I. Pg. 750.

Por lo cual se dice, el príncipe de este mundo (Jn 12, 31), y regidor y señor de él; no porque lo haya criado, mas porque los malos, que son de Dios por creación, quieren ser de él por imitación, conformándose con su voluntad, para que, con justicia, sean también conformes con él en la infernal pena.

Audia, filia (II), cap. 100. OC I. Pg. 754.

Si yo fuere alzado de la tierra, puesto en cruz, todo lo traeré a mí mismo (Jn 12, 32). Y así parece que alcanzó victoria de corazones humanos con la bajeza, flaqueza y tormentos y muerte, la cual no alcanzó estándose en la alteza de su majestad. Y así se cumplió lo que dijo San Pablo, que lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres (1 Cor 1, 25)(. Y así parece claro que no solo gana Dios honra de bueno, mas de sabio y poderoso, en tomar nuestra bajeza, y con ella obrar de lo que en su alteza no obró.

Audia, filia (II), cap. 40. OC I. Pg. 621.

Porque de este corazón, aunque uno, siendo mortificado como es dicho, nacerán innumerables corazones, que se ofrecerá a Dios, tras él y con él, mortificados a sí mismos y vivos para Dios.

Tratados de reforma. OC II. Pg. 567.

Nadie le puede servir si no le sigue.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). OC II. Pg. 174.

Y, de esta manera, el que tuviere casa y familia, terná aquella hacienda que ha menester para ello; vestirse ha de la manera que conviene a persona que su voluntad es de agradar a Dios y no al mundo; socorrerá a los pobres pudiendo, y aprovechará a los prójimo en lo que pudiere; cuando se le ofreciere a él injuria, súfrala, como lo hizo Jesucristo. Y si se pudiere sustentar sin propia hacienda, no la terná, por más desocuparse al servicio de nuestro Señor. Y esto es andar como anduvo Jesucristo. Qui michi ministrat, me sequatur[3] (Jn 12, 26). Seguir e imitar dice. Hemos también de andar, como el Señor, de palabra, que fue lo mismo que obra.

Lecciones sobre 1 San Juan (II), Lección 8. OC II. Pg. 369.

Luego , pues Jesucristo no ha de dar sentencia contra sí, claro está que tampoco la dará contra su carne y sus miembros, que todo su cuerpo entero ha de llevar al cielo. Pater, volo, ut ubi ego sum, illic et minister meis sit[4].¿Y quién está en Jesucristo? Él lo dijo: Si praecepta mea servaveritis, manebitis in dilectione mea, sicut et ego praecepta Patris mei servavi, et maneo in eius dilectione (Jn 15, 10)[5]. Este seguro estará que no será condenado en el juicio.

Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 17. OC II, pg. 415.

En levantando la señal de la cruz, luego había de haber en los hombres estos efectos. En viniendo, Jesucristo, poniéndose en el madero, luego se levantó señal que llamaba y traía a sí, no solamente un pueblo, sino todos los pueblos: Et ego, si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me (Jn 12, 32).

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. OC II. Pg. 28.

Por cierto, Rey nuestro, vos ternéis mucha razón de huir de nosotros y por vuestro justo juicio permitir que perdamos la fe sagrada de este misterio y que ni haya misa, ni comunión, ni cosa que le parezca. Y a quien de esto se quejare le podréis con mucha razón decir: “Yo fui grano de trigo sembrado en el vientre virginal de mi sacratísima Madre” (cf. Jn 12, 24); salí de él tierno y fresco, como un trigo que está en berza; creciéndome aires y muy recios soles de trabajos, caminos y persecuciones y cuando fui casi de treinta años, echaron los malos su hoz en mí, y fui contado de esta vida, molido y atormentado, y hecho harina para que de ella se hiciese este pan sagrado.

Santísimo Sacramento, 56, 43. OC III. Pg. 764.

¿No oisteis a Jesucristo, que dice: Quien aborrece su propia vida, ese la guarda (Jn 12, 25; Mc 8, 35; Lc 17, 33)? Si vos allá la aborreciérades, ahora lo amáredes. Entrad como quien entra en cárcel, porque habéis de estar juntos a padecer los que fuisteis compañeros al pecar. Los buenos tomarán su cuerpo con alegría, entrarán en los compañeros de su bondad. Levantarse han todos.

Domingo I de Adviento, I. OC III. Pg. 11.

Porque las cosas santas, si no queremos que se nos tornen en dañosas, con santidad las habemos de celebrar y tratar; y muy mal celebrará la fiesta santa de la reluciente Niña [Natividad de María], que tiene luz de alba, de luna y de sol, que siempre es victoriosa de sus enemigos, el que está en la triste oscuridad de la noche del pecado mortal, en la cual, como hombre que vive sin lumbre, si conoce sus males que de presente tiene ni los terribles tormentos del infierno, que con longura eterna han de ser vengadores de sus momentáneos placeres que en esta vida pasó, ni tiene lumbre de gracia para conocer y amar a su Dios ni a sus prójimos; pues según está escrito: El que anda en la noche no sabe para dónde va (Jn 12, 35).

Natividad de la Virgen. 60, 11. OC III: Pg. 806.

Padre, si con todo eso soy tan codicioso que no quiero dar mi bestia a Dios, ¿qué le daré? ¿Qué remedio tengo, si no quiero dar mi mayorazgo? Porque no sé lo que querrá hacer Dios de mí; no sé si me ha de mandar perder hacienda, honra y vida. – Pues mira cómo os engañáis, que el perder por Dios ganar es. Qui amat animam suam perdet eam: El que ama su ánima perderla ha, y al que perdiere su ánima por mí, hallarla ha en la bienaventuranza (Jn 12, 25); que el perder por Dios ganar es, y el no perder por Dios perder es. ¿De eso os espantáis? Sé que juego hay que se llama el ganapierde. Todo cuanto guardas para ti, lo pierdes; y cuanto pierdes por Jesucristo, tienes guardado; que la piedra preciosa en el arca, aunque no la veáis, más guardada está que en la mano.

Purificación de Nuestra Señora, 19. OC III. Pg. 861.

Pues Él ha dicho: Yo amo a los que me aman (Proverbios 8, 17); yo glorificaré al que me honrare (1 Samuel 2, 30); y adonde yo estoy estará mi sirviente (Juan 12, 26); con las cuales palabras da certidumbre que no trabajará en balde el que le sirviere y amare, aunque sea dar por su amor un jarro de agua, ¿quién contará la grandeza del galardón que dio hoy a esta Virgen, la cual San Anselmo dice, resplandeció con tanta pureza y santidad de vida, cuanto no se puede entender mayor debajo de Dios y, por consiguiente, conviene que le den la mayor gloria después de Dios.

Asunción de María, 19. OC III. Pg. 982.

¡Oh bienaventurada tú y el vientre tuyo, que tal bien nos trujo, y en cual se fabricó el ámbar excelente, Cristo, que, refregado en la cruz de su pasión, atrajo y cada día atrae a nosotros pecadores, que somos pajas: Si exaltatus fuero a terra, omnia traham  ad me ipsum[6] (Jn 12, 32). Y con mucha razón. ¿Cuyo corazón aunque de piedra sea, no se encenderá en servir y amar a Cristo, Dios nuestro, viendo lo que por nosotros pasó? Y, por tanto, Señora, pues tanto bien por vos nos vino, nosotros nos conocemos obligados a os servir y honrar toda nuestra vida.

Domingo 12 después de Pentecostés, 6. OC III. Pg. 267.

Dice nuestro Redemptor: “¿Así que pensáis que, porque yo muera, no tengo de tener quien me siga? Pues espera: Cum exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me (cf. Jn 12, 32). Cuando fuere puesto en una cruz entre dos ladrones; cuando me pusieren en la cruz y me enclavaren en ella; cuando allí me dijeren deshonras y blasfemias, entonces yo los traeré todos a mí, y no así como quiera, sino por una fuerza amorosa, y que ni sepan cómo ni cómo no, los traeré a mí. Así como la grana fina y el ámbar refregado atrae a sí a las pajicas, traerá a sí las ánimas de aquel que pensaren en su pasión.

Corpus Christi, 17. OC III. Pg. 518.

Alce los ojos vuestra señoría al Hijo de Dios puesto en una cruz, desnudo y crucificado, y procure desnudarse del mundo y de la carne y sangre, codicia, y de honra y de sí mismo, para que otros vivan, porque, si esto no lo hace, perderse ha a sí y a los otros, pues la palabra de Cristo Señor nuestro no puede faltar: Nisi granum frumenti, etc. (Jn 12, 24). ¡Oh muerte dichosa, pues tantas vidas y tan preciosas y eternas se siguen de ella, y desdichado de aquel que, por quererse quedar encima de la tierra, pretendiendo algo de ella, se pierde a sí y a los que pudiera ganar! ¡Cuánto mejor consejo es ofrecer vuestra señoría sus dos cornadillos[7], cuerpo y alma, al mismo Señor que se los dio, y que murió por él, para provocarle a que de buena gana le tornase lo mismo que Él dio y evitase la deuda propia y ajena y ganar de presente gracia delante del Señor, y después aquella corona que le será dada.

A un obispo de Córdoba. OC IV. Pg. 603.

¿Quién no mortificara su carne con santos trabajos y castidad, para que, así maltratada, se esconda como grano de trigo debajo de la tierra, para que, muriendo acá, dé mucho fruto en la eternidad (Jn 12, 24-25). Y pues hay muchas aun hoy que, provocadas con estos bienes eternos, dejan los casamientos de acá, aunque muy rogadas, por casarse con Cristo, más razón es, hermana, que vos, habiéndoos casado con Él, no os descaséis ni tornéis atrás, pues que las buenas casadas de acá sufren con paciencia los trabajos del matrimonio ya que está hecho.

A una doncella que se quería casar. OC IV. Pg. 307.

No hay miedo de ponerse y perderse en las manos de Dios, que todo lo que en ellas se pone queda salvo, y lo que no, será perdido sin falta. Sentencia es del Salvador: Que quien se ama se perderá, y quien se pierde se ganará (cf. Jn 12, 25). No mire a lo presente, que cuantos a ello han mirado han sido engañados; alce sus ojos al cielo, para donde fue criada, y pide que la lleven allá, y cueste lo que costare.

A una señora penada por la ausencia de su hijo. OC IV. Pg. 374.

No dudéis, hermanas muy amadas, de seguir la luz, que es Cristo; que, sin falta, si vais donde Él fue, iréis a donde Él fue; porque palabra suya tenemos que adonde Él estuviere, estará su sirviente (cf. Jn 12, 26). No miréis de quien o por quien vienen los trabajos, como hacen los que dicen: Si Dios me los enviase, sufrirlo hía; mas vienen de fulano y fulano, ¿por qué los eh de sufrir? Estos, teniendo ojos, no ven, porque los tienen puestos en tierra, y por eso se ciegan; mas si a Dios los alzasen, verían la luz de la doctrina de Dios, que nos enseña que por mano de los malos alimpia Dios a los suyos y por mano de esclavos enseña a sus hijos, y que todo lo ordena Él para provecho de quien le ama.

A unas mujeres devotas que padecían trabajos. OC IV. Pg. 263.

Su vida está en llegar su ánima a Dios, y para esto ha de trabajar por tener su corazón desasido de lo de acá; y mirando esto como cosa que mañana dejará, entender en su lección, oración, confesión y comunión, y pensar que no vive acá sino para hacer algo por Dios y para sufrir cosas que no quiera. Conviénele ser muy blando en lo uno, dando el corazón a Dios y haciendo lo que pudiere por sus prójimos, y ser duro como piedra en sufrir lo que Dios le enviare, que ni aprovecha bien obrar sin llevar cruz, ni trabajos sin buena vida. Y si esto parece recio, iremos a nuestro Señor y Maestro cuando lleno de entrambas cosas fue; y tales quiere que sean, en su modo, sus servidores. Que, pues Él pidió a su Padre, y lo alcanzó, que donde Él agora está, allá estén sus servidores (cf. Jn 12, 26; 17,24), razón es que no huigamos en el destierro de estar con Él donde Él estuvo, pues deseamos estar adonde agora está. Y aunque esto sea muy penoso, aquello es más sabroso, pues es más gozar de Dios que el padecer acá por él.

A un amigo suyo. OC IV. Pg. 481.

Acompañémosle aquí en su cruz, y cierto le acompañaremos en la gloria en su reino, según la palabra que Él dijo: Donde yo estoy, estará mi sirviente (cf. Jn 12, 26), y el verdadero servicio es obedecerle; y Él quiere servirse de vuestra merced que esté en esa cama con las aflicciones que Él sabe. Y si quiere ser siervo suyo, no ande pensando en esto o en estotro servirá mejor al Señor, más, cerrados los ojos, acepte lo que le envía, y déle muchas gracias por ello, y entienda que lo que Cristo le da con su paternal amor le es muy más provechoso que lo que él con su humana prudencia pudiera pensar. Y si su parecer y carne no se conténtare de ello, reprehéndale como el Señor a San Pedro, diciéndole: El cáliz que mi Padre me dio, ¿no quieres tú que lo beba? (Jn 18, 11). Sea cuan amargo fuere a la carne lo que nos viniere, que por enviarlo el celestial Padre es justo que nos sea muy sabroso al espíritu y lo bebamos con mucha paciencia y hacimiento de gracias, repitiendo muchas veces aquella saludable palabra de obediencia que Cristo dijo sudando gotas de sangre: Padre, no mi voluntad, sino la vuestra, sea hecha (Lc 22, 42).

A una persona enferma. OC IV. Pg. 497.

Y pues ceba a vuestra reverencia con darle a comer esas ánimas, muertas al pecado y vivas a Él, cobre aliento y, ceñido de la espada de la palabra de Dios, haga sangre de los pecados, enemigos nuestros, y saque la presa de la boca del león y los peces que en el profundo de la mar están, y ofrézcase a todo trabajo, hasta muerte de cruz, no dando sueño a sus ojos ni descanso a sus pestañas hasta que halle y gane muchas ánimas donde Dios se aposente (cf. Sal 1321q, 4s), y como en cama descanse, para que, siendo imitador del filelísimo Hijo, que con tanto cuidado buscó la honra del Padre y manifestó a los hombres su nombre (cf. Jn 17, 6), sea participante en aquella bienaventurada promesa, dicha por la boca de la Verdad. Ubi ego sum, illic et minister meus erit (Jn 12, 26).

A un discípulo predicador. OC IV. Pg. 561.

Tenga por cierto que, si se atreviere a ser fiel trabajador de Jesucristo y ser de su bando todo él entero, que le será muy bien agradecido y se cumplirá con él lo que el Señor dijo: Ubi sum ego erit minister meus (Jn 12, 26). Gran galardón es este y eterno, el trabajo es poco y presto se acabará, y cuando no pensemos vendrá la hora en que seamos presentados en el juicio de este Señor que agora encomienda a vuestra señoría un negocio tan importante, y entonces se holgará de haberlo hecho fielmente y a contento de Él, aunque sea a disgusto de todo el mundo.

A un obispo de Córdoba. OC IV. Pg. 604.

Considerad cuán poco es lo que vos padecéis en comparación de lo que padeció Cristo y sus mártires, y por tener compañía de ellos en el reino no os despreciéis de la tener con ellos en la pelea. Cristo dice: adonde yo soy allí estará mi siervo, y: el que me sirve sígame (Jn 12, 26). Pues, alegraos que seguís a Cristo en su cruz y esperad que estaréis con él en su reino, al cual él sube desde la cruz por el camino muy derecho.

A un enfermo. OC IV. Pg. 794.

Cierto, otro no lo hizo que el amor que desde el cielo le trajo preso al vientre virginal de nuestra Señora, y del vientre le llevó al duro pesebre, y de allí a otros trabajos, y después a la cruz, adonde amándonos verdaderamente, nos hizo que de verdad le amemos, según Él mismo lo dijo antes: Si me ensalzaredes de la tierra, todas las cosas traeré a mí (Jn 12, 32). Ensalzar de la tierra quiere decir morir en cruz, como murió; y entonces trajo todas las cosas así, mediante el grande amor que encendió en los corazones. Porque mirando a este verdadero Amador, unos han olvidado sus tierras, viviendo en peregrinaje; otros dejado sus haciendas, viviendo en pobreza; otros se han ofrecido a trabajos y muerte, deseando más padecer por Cristo que holgar sin Él.

A una persona. OC IV. Pg. 276.

 

San Oscar Romero.

Preparémonos queridos hermanos, y vivamos ya esta eucaristía junto al Cristo que da su vida por nosotros y que nos invita desde el ejemplo de su entrega por obediencia y por amor, a que busquemos solución a nuestros problemas; no en caminos de odios, de venganzas, sino en estos caminos del Crucificado ¡El amor nos hará libres!...

Homilía, 25 de marzo de 1979.

 

Papa Francisco. Ángelus.  22 de marzo de 2015

Queridos hermanos y hermanas:

En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelista Juan nos llama la atención con un particular curioso: algunos «griegos», de religión judía, llegados a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, se dirigen al apóstol Felipe y le dicen: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21). En la ciudad santa, donde Jesús fue por última vez, hay mucha gente. Están los pequeños y los sencillos, que han acogido festivamente al profeta de Nazaret reconociendo en Él al Enviado del Señor. Están los sumos sacerdotes y los líderes del pueblo, que lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso. También hay personas, como esos «griegos», que tienen curiosidad por verlo y por saber más acerca de su persona y de las obras realizadas por Él, la última de las cuales —la resurrección de Lázaro— causó mucha sensación.

«Queremos ver a Jesús»: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en el corazón de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. «Yo deseo ver a Jesús», así siente el corazón de esta gente.

Respondiendo indirectamente, de modo profético, a aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre» (Jn 12, 23). ¡Es la hora de la Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios. Cristo declara que será «levantado sobre la tierra» (v. 32), una expresión con doble significado: «levantado» en cuanto crucificado, y «levantado» porque fue exaltado por el Padre en la Resurrección, para atraer a todos hacia sí y reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos. La hora de la Cruz, la más oscura de la historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él.

Continuando con la profecía sobre su Pascua ya inminente, Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del «grano de trigo» que, al caer en la tierra, muere para dar fruto (cf. v. 24). En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en «granos de trigo» y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, «pierden la propia vida» por amor a Dios y a los hermanos (cf. v. 25).

Por este motivo, a aquellos que también hoy «quieren ver a Jesús», a los que están en búsqueda del rostro de Dios; a quien recibió una catequesis cuando era pequeño y luego no la profundizó más y quizá ha perdido la fe; a muchos que aún no han encontrado a Jesús personalmente...; a todas estas personas podemos ofrecerles tres cosas: el Evangelio; el Crucifijo y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera. El Evangelio: ahí podemos encontrar a Jesús, escucharlo, conocerlo. El Crucifijo: signo del amor de Jesús que se entregó por nosotros. Y luego, una fe que se traduce en gestos sencillos de caridad fraterna. Pero principalmente en la coherencia de vida: entre lo que decimos y lo que vivimos, coherencia entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y nuestras acciones. Evangelio, Crucifijo y testimonio. Que la Virgen nos ayude a llevar estas tres cosas.

 

Papa Francisco. Ángelus. 18 de marzo de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Juan 12, 20-33) cuenta un episodio sucedido en los últimos días de la vida de Jesús. La escena se desarrolla en Jerusalén, donde Él se encuentra por la fiesta de la Pascua hebrea. Para esta celebración, habían llegado también algunos griegos; se trata de hombres animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe del pueblo hebreo y que, habiendo escuchado hablar de este gran profeta, se acercaron a Felipe, uno de los doce apóstoles y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús» (v. 21). Juan resalta esta frase, centrada en el verbo ver, que en el vocabulario del evangelista significa ir más allá de las apariencias para recoger el misterio de una persona. El verbo que utiliza Juan, «ver» es llegar hasta el corazón, llegar con la vista, con la comprensión hasta lo íntimo de la persona, dentro de la persona.

La reacción de Jesús es sorprendente. Él no responde con un «sí» o con un «no», sino que dice: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre» (v. 23). Estas palabras, que parecen a primera vista ignorar la pregunta de aquellos griegos, en realidad dan la verdadera respuesta, porque quien quiere conocer a Jesús debe mirar dentro de la cruz, donde se revela su gloria. Mirar dentro de la cruz. El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada hacia el crucifijo, que no es un objeto ornamental o un accesorio para vestir —¡a veces manido!— sino que es un símbolo religioso para contemplar y comprender. En la imagen de Jesús crucificado se desvela el misterio de la muerte del hijo como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos. En sus llagas fuimos curados.

Puedo pensar: «¿Cómo miro el crucifijo? ¿Como una obra de arte, para ver si es hermoso o no es hermoso? ¿O miro dentro, en las llagas de Jesús, hasta su corazón? ¿Miro el misterio del Dios aniquilado hasta la muerte, como un esclavo, como un criminal?». No os olvidéis de esto: mirad el crucifijo, pero miradlo dentro. Está esta hermosa devoción de rezar un Padre Nuestro por cada una de las cinco llagas: cuando rezamos ese Padre Nuestro, intentamos entrar a través de las llagas de Jesús, dentro, precisamente a su corazón. Y allí aprenderemos la gran sabiduría del misterio de Cristo, la gran sabiduría de la cruz.

Y para explicar el significado de su muerte y resurrección, Jesús se sirve de una imagen y dice «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (v. 24). Quiere hacer entender que su caso extremo —es decir, la cruz, muerte y resurrección— es un acto de fecundidad —sus llagas nos han curado—, una fecundidad que dará fruto para muchos. Así se compara a sí mismo con el grano de trigo que pudriéndose en la tierra genera nueva vida. Con la Encarnación, Jesús vino a la tierra; pero eso no basta: Él debe también morir, para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y darles una nueva vida reconciliada en el amor. He dicho «para rescatar a los hombres»: pero, para rescatar a mí, a ti, a todos nosotros, a cada uno de nosotros, Él pagó ese precio. Este es el misterio de Cristo. Ve hacia sus llagas. Entra, contempla; ve a Jesús, pero desde dentro.

Y este dinamismo del grano de trigo, cumplido en Jesús, debe realizarse también en nosotros sus discípulos: estamos llamados a hacer nuestra esa ley pascual del perder la vida para recibirla nueva y eterna. ¿Y qué significa perder la vida? Es decir, ¿qué significa ser el grano de trigo? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y saber «ver» e ir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo, especialmente de los últimos. Cumplir con alegría obras de caridad hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el Evangelio, es el fundamento necesario para que nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca. Quiero ver a Jesús, pero verlo desde dentro. Entra en sus llagas y contempla ese amor en su corazón por ti, por ti, por ti, por mí, por todos.

Que la Virgen María, que ha tenido siempre la mirada del corazón fija en su Hijo, desde el pesebre de Belén hasta la cruz en el Calvario, nos ayude a encontrarlo y conocerlo así como Él quiere, para que podamos vivir iluminados por Él y llevar al mundo frutos de justicia y de paz.

 

Papa Francisco. Ángelus. 21 de marzo de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este quinto domingo de Cuaresma proclama el Evangelio en el que san Juan relata un episodio que ocurrió en los últimos días de vida de Cristo, poco antes de la Pasión (cf. Jn 12,20-33). Mientras Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de pascua, algunos griegos, llenos de curiosidad por lo que estaba haciendo, expresaron su deseo de verlo. Se acercaron al apóstol Felipe y le dijeron: «Queremos ver a Jesús» (v.21). «Queremos ver a Jesús», recordemos este deseo: «Queremos ver a Jesús». Felipe se lo dice a Andrés y luego juntos van a decírselo al Maestro. En la petición de aquellos griegos podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres,  en todo lugar y tiempo, dirigen a la Iglesia y también a cada uno de nosotros: “Queremos ver a Jesús”.

¿Cómo responde Jesús a esta petición? De un modo que lleva a reflexionar. Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (vv. 23.24). Estas palabras no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto.  Como diciendo: si queréis conocerme, si queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir, mirad la cruz

Cabe pensar en el signo de la cruz, que a lo largo de los siglos se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos. Quien también hoy quiere “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y culturas donde el cristianismo es poco conocido, ¿qué ve en primer lugar? ¿Cuál es el signo más común que encuentra? El crucifijo, la cruz. En las iglesias, en los hogares de los cristianos, incluso colgado en el pecho. Lo importante es que el signo sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante.

También hoy mucha gente, a menudo sin decirlo implícitamente, quisiera “ver a Jesús”, encontrarlo, conocerlo. Esto nos hace comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades. Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se entrega en el servicio, de una vida que toma sobre sí el estilo de Dios —cercanía, compasión y ternura— y se entrega en el servicio. Se trata de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes, no con condenas teóricas, sino con gestos de amor. Entonces el Señor, con su gracia, nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades o persecuciones, o pretensiones de legalismos o moralismos clericales. Esto es terreno árido. Precisamente entonces, en la prueba y en la soledad, mientras muere la semilla, es el momento en que brota la vida, para dar fruto maduro en su momento. Es en esta trama de muerte y de vida que podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor, que siempre, repito, se da en el estilo de Dios: cercanía, compasión, ternura.

Que la Virgen María nos ayude a seguir a Jesús, a caminar fuertes y felices por el camino del servicio, para que el amor de Cristo brille en todas nuestras actitudes y se convierta cada vez más en el estilo de nuestra vida diaria.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 29 de marzo de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Ante todo, deseo dar gracias a Dios y a todos los que, de diferentes maneras, colaboraron en el éxito del viaje apostólico que realicé a África durante los días pasados, e invoco la abundancia de las bendiciones del cielo sobre las semillas sembradas en tierra africana. Me propongo hablar más ampliamente de esta significativa experiencia pastoral el próximo miércoles durante la audiencia general, pero no puedo dejar de aprovechar esta ocasión para manifestar la profunda emoción que experimenté al encontrarme con las comunidades católicas y las poblaciones de Camerún y Angola.

Sobre todo, me impresionaron dos aspectos, ambos muy importantes. El primero es la alegría visible en el rostro de la gente, la alegría de sentirse parte de la única familia de Dios, y doy gracias al Señor por haber podido compartir con las multitudes de estos hermanos y hermanas nuestros momentos de fiesta sencilla, comunitaria y llena de fe.

El segundo aspecto es precisamente el fuerte sentido de lo sagrado que se respiraba en las celebraciones litúrgicas, característica común a todos los pueblos africanos, que se manifestó, podría decir, en cada momento de mi estancia entre esas queridas poblaciones. La visita me permitió ver y comprender mejor la realidad de la Iglesia en África en la variedad de sus experiencias y de los desafíos que debe afrontar en este tiempo.

Pensando precisamente en los desafíos que marcan el camino de la Iglesia en el continente africano, y en cualquier otra parte del mundo, constatamos cuán actuales son las palabras del Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma. Jesús, en la inminencia de su pasión, declara: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Ya no es hora de palabras y discursos; ha llegado la hora decisiva, para la cual ha venido al mundo el Hijo de Dios y, a pesar de que su alma está turbada, se muestra dispuesto a cumplir hasta el fondo la voluntad del Padre. Y la voluntad de Dios es darnos la vida eterna que hemos perdido. Pero para que esto se realice es necesario que Jesús muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo, pues sólo así podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que está en los cielos.

En la gran fiesta de la fe que vivimos juntos en África, experimentamos que esta nueva humanidad está viva, a pesar de sus límites humanos. Donde los misioneros, como Jesús, han dado y siguen dando su vida por el Evangelio, se recogen abundantes frutos. A ellos en particular deseo expresar mi gratitud por el bien que hacen. Se trata de religiosas, religiosos, laicos y laicas. Para mí fue hermoso ver el fruto de su amor a Cristo y constatar el profundo agradecimiento que los cristianos sienten por ellos. Demos gracias a Dios por ello y oremos a María santísima para que en todo el mundo se difunda el mensaje de esperanza y de amor de Cristo.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 10. La soberbia.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario catequético sobre los vicios y las virtudes, llegamos hoy al último de los vicios: la soberbia. Los antiguos griegos lo definían con una palabra que podría traducirse como "esplendor excesivo". En realidad, la soberbia es la auto-exaltación, el engreimiento, la vanidad. El término aparece también en esa serie de vicios que Jesús enumera para explicar que el mal procede siempre del corazón del hombre (cf. Mc 7,22). El soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido como superior a los demás, siempre quiere ver reconocidos sus propios méritos y desprecia a los demás considerándolos inferiores.

A partir de esta primera descripción, vemos cómo el vicio de la soberbia está muy cerca del de la vanagloria, que presentamos la última vez. Pero si la vanagloria es una enfermedad del yo humano, se trata de una enfermedad infantil en comparación con los estragos que puede causar la soberbia. Analizando las locuras del hombre, los monjes de la antigüedad reconocían un cierto orden en la secuencia de los males: se empieza por los pecados más groseros, como la gula, y se llega a los monstruos más inquietantes. De todos los vicios, la soberbia es la gran reina. No es casualidad que, en la Divina Comedia, Dante lo sitúe en el primer círculo del purgatorio: quien cede a este vicio está lejos de Dios, y la enmienda de este mal requiere tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla a la que esté llamado el cristiano.

En realidad, en este mal se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios. El pecado de primeros padres, relatado en el libro del Génesis, es a todos los efectos un pecado de soberbia. El tentador les dice: «…Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses» (Gen 3,5). Los escritores de espiritualidad están más atentos a describir las repercusiones de la soberbia en la vida de todos los días, a ilustrar cómo arruina las relaciones humanas, a subrayar cómo este mal envenena ese sentimiento de fraternidad que, en cambio, debería unir a los hombres.

He aquí, entonces, la larga lista de síntomas que revelan que una persona ha sucumbido al vicio de la soberbia. Es un mal con un aspecto físico evidente: el hombre orgulloso es altivo, tiene una “dura cerviz”, es decir, tiene el cuello rígido que no se dobla. Es un hombre que con facilidad juzga despreciativamente: por una nadería, emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca. Te das cuenta de que estás tratando con una persona orgullosa cuando, si le haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente inofensivo, reacciona de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de forma resentida.

Poco se puede hacer con una persona enferma de soberbia. Es imposible hablar con ella, y mucho menos corregirla, porque en el fondo ya no está presente a sí misma. Sólo hay que tenerle paciencia, porque un día su edificio se derrumbará. Un proverbio italiano dice: “La soberbia va a caballo y vuelve a pie". En los Evangelios, Jesús trata con muchas personas orgullosas, y a menudo fue a desenterrar este vicio incluso en personas que lo ocultaban muy bien. Pedro alardea al máximo su fidelidad: "Aunque todos te abandonen, yo no lo haré" (cf. Mt 26,33). Sin embargo, pronto experimentará que es como los demás, también él temeroso ante la muerte que no imaginaba que pudiera estar tan cerca. Y así, el segundo Pedro, el que ya no levanta el mentón, sino que llora lágrimas saladas, será medicado por Jesús y será por fin apto para soportar el peso de la Iglesia. Antes ostentaba una presunción de la que era mejor no hacer alarde; ahora, en cambio, es un discípulo fiel al que, como dice una parábola, el amo "hará administrador de todos sus bienes” (Lc 12,44).

La salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia. En el Magnificat María canta a Dios que dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de sus corazones. Es inútil robarle algo a Dios, como esperan hacer los soberbios, porque al final Él quiere regalarnos todo. Por eso el Apóstol Santiago, a su comunidad herida por luchas intestinas originadas en el orgullo, escribe: «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia" (St 4,6).

Por tanto, queridos hermanos y hermanas, aprovechemos esta Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia.

 

MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE RAMOS.

 

Monición de entrada.

Buenos días:

Desde que empezó la Cuaresma estamos preparándonos para el domingo de Pascua.

Este domingo vamos a empezar la Semana Santa, en la que nos acordaremos de lo que le pasó a Jesús los últimos días de su vida entre nosotros.

Hoy empezamos acordándonos del día en que entró en Jerusalén acompañado por los niños y mayores que estaban muy contentos.

 

Señor, ten piedad.

Tú que fuiste condenado. Señor, ten piedad.

Tú que cargaste con la cruz. Cristo, ten piedad.

Tú que moriste en la cruz. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco que las palabras que nos dirá estos días lleguen a nuestro corazón. Te lo pedimos Señor.

-Por la familia de Jesús que es la Iglesia, para que sepa ayudar a las personas que están malas. Te lo pedimos Señor.

-Por todos los amigos de Jesús, para que estos días nos ayuden a quererle mucho. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que están enfermas, las que no tienen comida y trabajo, para que les ayudes. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros,  para que esta Semana Santa dediquemos ratos a estar con Jesús. Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María hemos empezado la Semana Santa. Te damos gracias porque tú estuviste muy cerca de Jesús y te pedimos nos ayudes estos días a estarlo también.

 

 

EXPERIENCIA.

Piensa en estas imágenes: una pala con tierra, un agujero, la cuchara de una grúa, tierra, excavación con una grúa, puño cerrado que se abre, una persona sentada en el banco de un parque, un pozo en el desierto, un surco de tierra con granos de trigo, lluvia regando el surco, unas manos juntas orando.

Escribe en un tuit un relato.

¿Cuál de las imágenes representa tu estado de ánimo en estos momentos?

¿Cuál tus esperanzas?

¿Cuál tus vacíos interiores, tristezas, cansancios?

Mira el vídeo “De la superficie a lo profundo” (Verbo Divino): https://www.youtube.com/watch?v=D0dq7XGToi8

¿Cómo te sientes? Exprésalo con una o varias de las palabras del vídeo?

La amistad con Jesús, ¿qué te aporta?, ¿cómo puede él llenar tu corazón?

 

REFLEXIÓN.

Con la música del vídeo busca en la Biblia el evangelio de este domingo, Juan 12, 20-22.

Ábrela, toma conciencia de que estás ante Dios, Él va a hablarte en cada una de las palabras del texto.

Pídele a Dios que te envíe el Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través de esta oración adentrarte en el corazón de Jesús, sus sentimientos, ilusiones, miedos, tristezas, gozos,…

Lee el texto 2 veces.

En la segunda sitúate en la escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste en imaginar el lugar, es decir, pintar un cuadro con lo sucedido.

¿Cómo se sentía Jesús cuando se acercaron los griegos, durante el primer discurso, al escuchar la voz del Padre, al responder a la gente, cuando pensaba en la cruz.

¿Cómo te sientes tú?

Repite algunas de estas frases las veces que necesites, quedándote con aquella que te es más cercana a ti: Señor, queremos ver a Jesús; si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; el que se ama a sí mismo, se pierde; se guardará para la vida eterna; el que quiera servirme, que me siga; donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará; mi alma está agitada; Padre, líbrame de esta hora; por esto he venido; Padre, glorifica tu nombre; ahora va a ser juzgado el mundo; el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera; cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos sobre mí.

Quédate con una de ellas y pregúntate: ¿qué dice?, ¿qué me dice? y ¿qué te digo Jesús? 

X Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-22.

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

-Señor, queremos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:

-Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo:

-Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo:

-Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 

COMPROMISO.

Durante esta semana busca un rato para visitar la iglesia de tu parroquia, entrar en el sagrario y estar con él.

O acércate a la capilla de tu colegio, a una ermita de tu pueblo, piensa en Jesús. Pídele verle.

También es importante el que lo busques en las personas que van a encontrase contigo: en cada uno de ellos está Jesús y el te pide una actitud: amistad, paciencia, escucha,… Las personas que nos cansan por su manera de ser son cristos crucificados que nos enseñan, a través de su comportamiento, la crudeza de la cruz.

 

CELEBRACIÓN.

Entra en este vídeo de Juniors, escúchalo y reza la oración Juniors: https://www.youtube.com/watch?v=3gLPEXWjPuk

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Se trata de Betsaida Julias, situada al norte del lago Tiberiades. Nota Biblia de Jerusalén.

[2] Se sigue discutiendo el significado de eulabeia: cautela o reverencia, o: actitud reverente. Nota Biblia del Peregrino.

[3] El que me sirve, que me siga. Traducción editor.

[4] Donde estoy yo, también estará mi servidor. Ib.

[5] Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

[6] Una vez que yo haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Trad. editor.

[7] Emplear, o poner, alguien su cornadillo: contribuir con medios o diligencias para el logro de un fin. www.rae.es